La empresa encuestadora Cadem dio a conocer esta semana que su último estudio arroja los siguientes datos: el 50% de las personas desconfía de la Convención Constituyente y un 48% mantiene su confianza en la labor de las 155 personas elegidas para escribir la nueva Constitución.
No hay que darse muchas vueltas para ahondar en las dudas que despiertan las encuestas en los últimos años. Arrastran predicciones fallidas y el desafío de actualizar sus metodologías frente a los nuevos votantes que se han incorporado a los últimos procesos electorales.
Estas cifras difundidas por Cadem sobre la Convención hablan de una manera tajante de evaluar el proceso. Se trata de usar criterios «a lo Nerón»: pulgar arriba o pulgar abajo, porque las encuestas no están para los matices, los debates o los aprendizajes como los que se están dando en la CC.
En sus dos primeros meses, la Convención ha seguido ampliando esa primera foto que se tomó el mismo día de la elección de los convencionales. En ella quedó reflejada una sociedad distinta a la que operaba hasta ese momento -¿y sigue operando?- en los demás estamentos del poder.
El proceso ya ha dado frutos para las cientos de personas y organizaciones que expusieron en las comisiones de Participación Ciudadana y Equidad Territorial, de Derechos Humanos, de Descentralización y otras más. Fueron escuchados en sus aportes, conocimientos, testimonios y experiencias por las y los convencionales, que no pretendían saber más que ellos.
Por el contrario, a través de la señal digital de la convención, podía verse cómo tomaban nota, pedían las ponencias, preguntaban, intervenían, debatían. Un intercambio donde se puede levantar la voz, enternecerse, abrir heridas, o escuchar a un señor ya mayor desde Cuncumén, pidiendo agua para sus tierras y apoyado por una niña de 13 años. Todo, menos la indiferencia.
Esas semanas de las primeras audiencias públicas fueron también de aprendizaje. Sobre la relevancia que tienen los temas medioambientales en todo el país; sobre el caudal de saberes que -desde la academia y desde los propios ciudadanos- está disponible para ser utilizado de manera constructiva, y de la amplitud de mirada que se requiere para abordar un nuevo texto constitucional.
Son tantas las aristas y tantos los temas que han surgido como tantas son las postergaciones y discusiones pendientes que hay en el país. El desafío para la propia Convención y para distintas organizaciones -universidades, medios de comunicación como éste, centros de estudio- es reflejar el camino que estamos recorriendo desde los contenidos y desde un proceso de redescubrimiento que vivimos como sociedad. Y, para eso, los números se quedan cortos.