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«Cómo funciona el fascismo»: Una guía práctica para identificarlo

Jason Stanley, aclamado filósofo neoyorquino, ofrece 10 puntos para encontrar cuáles son los puntos sensibles de una campaña fascista. El pasado mítico, el victimismo, el antiintelecualismo y la propaganda son algunos de los conceptos que guían este tipo de propagandas. En esta nota te lo explicamos.

Rodrigo Cordova by Rodrigo Cordova
13/05/2022
in OTRO FOCO
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«Cómo funciona el fascismo»: Una guía práctica para identificarlo

La primera edición del libro se publicó el 2018. Su traducción y re edición se lanzó el 2020.

«Medio mundo se ha puesto a votar a la ultraderecha», dice el último punto que aparece en la contratapa del libro “Cómo funciona el fascismo”, publicado el 2018 por el  filósofo y profesor de la Universidad de Yale Jason Stanley.  El libro recoge las características comunes de campañas y gobiernos fascistas y propone diez claves para identificar si los ciudadanos y ciudadanas nos encontramos ante el fascismo cara a cara. En esta nota realizamos una guía resumida sobre los puntos expuestos por Stanley. 

«Cómo funciona el fascismo» nace de una historia heredada de los padres de Stanley, que fueron liberados por el ejército norteamericano: «El heroísmo y la idea de libertad no han significado lo mismo en Estados Unidos», dice en el capítulo introductorio.

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QUIÉN ES EL AUTOR
Jason Stanley nació en Syracuse, al norte del estado de Nueva York, en 1969. Sus padres, de origen judío, migraron como refugiados después de la Segunda Guerra Mundial: su padre venía desde Alemania y su madre desde Polonia. La historia de ellos ha guiado la línea investigativa del autor en Oxford, en Cornell, en Michigan, en Rutgers y en Yale.  Para su cometido, Stanley ha estudiado la filosofía del lenguaje en la propaganda, intereses patriarcales y, en esta última entrega, el fascismo: “Para mí el judaísmo significa una obligación de prestar atención a la igualdad y los derechos de grupos minoritarios”, dijo en una entrevista a la revista Jewish Chronicles en noviembre del 2020. 

«Para mí el judaísmo significa una obligación de prestar atención a la igualdad y los derechos de grupos minoritarios».

El texto fue escrito en pleno periodo presidencial de Donald Trump y publicado el 2018, año en el que Jair Bolsonaro fue electo presidente en Brasil. Ambos mandatarios son figuras que han utilizado estos conceptos para posicionarse en la política presidencial de sus respectivos países.  Ambos también se han vinculado a la campaña del candidato José Antonio Kast (JAK) en Chile, quien se reunió hace una semana, durante un viaje de 48 horas a Estados Unidos, con el senador republicano estadounidense por el estado de Florida Marco Rubio, un devoto creyente en que el cambio climático no existe. En 2018, JAK viajó a Brasil para apoyar la candidatura presidencial de Jair Bolsonaro. 

“Diez conceptos clave para entender el auge y los peligros de los nuevos tiranos del mundo” es el subtítulo del libro de Stanley. A continuación ofrecemos el pequeño desglose sobre estos conceptos, descritos en cada capítulo del libro. En tiempos de fake news y juegos propagandísticos desarrollados a través de las redes sociales, esta propuesta de Votamos Todos Noticias busca ofrecer luces y una una guía para identificar y entender cómo funcionan las campañas fascistas. 

«Existe un concepto común y central: ‘Una familia patriarcal en la sociedad que siempre se representa como pieza central de las tradiciones de la nación’, hoy debilitadas por el progresismo y el globalismo».

1. El pasado mítico:

El origen de una campaña fascista remonta su discurso en un pasado lleno de ideales que hoy se están viendo amenazados “por la llegada del liberalismo y el cosmopolitismo”. Si bien cada campaña de ultraderecha en el mundo puede defender distintos valores tradicionales que «están en decadencia» -ya sea desde una perspectiva religiosa, cultural, racial o todas combinadas- existe un concepto común y central en estas campañas: “Una familia patriarcal en la sociedad que siempre se representa como pieza central de las tradiciones de la nación”, hoy debilitadas por el progresismo y el globalismo.

La idea de pasado mítico se materializa en la concepción de “un falso pasado uniforme, que perdura en pueblos y zonas rurales contaminado por la decadencia liberal de las ciudades”. Ese pasado que también va a asociado con “roles de género tradicionales y patriarcales”, que vienen al presente a justificar la imposición de una jerarquía que dicta cómo debe comportarse y cómo debe lucir la sociedad actual.

2. La propaganda:

La propaganda es un aspecto fundamental para este tipo de campañas. El autor deja claro que es evidente que un régimen fascista no va a decir abiertamente que pretende perjudicar a un grupo de personas en particular. ¿Cómo lo hace entonces? Oculta estos objetivos y los hacer pasar por conceptos que son de aceptación universal para unir a la sociedad frente a un adversario que representa un futuro dudoso: “Se enmascara lo que en realidad es una guerra por obtener poder para que parezca una guerra que tiene como meta la estabilidad y la libertad”. 

«Se enmascara lo que en realidad es una guerra por obtener poder para que parezca una guerra que tiene como meta la estabilidad y la libertad».

Peter Pomeranstrev, periodista que publicó el Libro La nueva Rusia, aparece citado en el libro de Stanley y ejemplifica el fenómeno de la propaganda con el caso del gobierno ruso: “La retórica democrática con una voluntad antidemocrática”. Stanley establece que, como una característica principal, está la reducción del Estado a través del reemplazo de sistemas legislativos y judiciales por mandatos o decretos de líderes políticos. Esto con el pretexto de «combatir la corrupción y alegando que quiere proteger la libertad y los derechos individuales”, dice el filósofo. De lo que no se hace cargo la campaña fascista, añade, es que que estos derechos que se defienden dependen de la opresión de ciertos grupos que no figuran en la Nación que merece ser protegida.  

3. El antiintelectualismo

Este concepto se emplea en varios niveles, porque el razonamiento es uno de los grandes enemigos del fascismo. Para la campaña es vital “debilitar el debate público atacando y desvirtuando la educación, los conocimientos especializados y el lenguaje”. Lo grave de menospreciar estos elementos en el debate público, según Stanley, es que “lo único que queda es el poder y la identidad tribal”. 

¿Cómo se puede deslegitimar a una fuente de conocimiento y a una voz especializada? Pues bien, la campaña fascista “tiene un principio fundamental que radica en que la oratoria no tiene que convencer al intelecto, sino influir en la voluntad”.

(La campaña fascista) «tiene un principio fundamental que radica en que la oratoria y no tiene que convencer al intelecto, sino influir en la voluntad».

La educación superior es un espacio de disputa clave para el régimen fascista, tanto en su dimensión de transmisión de conocimiento como en su generación. Existen tres pistas para identificar cómo el fascismo desacredita a las universidades y a sus estudiantes:
1. Critican iniciativas de igualdad social dándoles la vuelta al convertirse en víctimas de esa igualdad, porque les limita el derecho de libertad de expresión.
2. Entregan una visión única de las protestas estudiantiles -a veces con la ayuda de la prensa-, presentándolas como disturbios causados por una multitud violenta que pone en riesgo el orden público.
3. Desautorizan a voces académicas declarando que, en vez de ser fuentes de conocimiento y especialización, son voces marxistas o feministas que divulgan ideas de izquierda amparadas en investigaciones sin valor.

Lo grave de esta fórmula para el el debate público es que con estas tácticas se reduce la capacidad del lenguaje para describir realidades. Todo se “reduce al simple conflicto ideológico”.

4. La irrealidad

Este concepto se basa directamente en la desinformación y la crítica de la “prensa tendenciosa” que logra la propaganda. El fascismo reemplaza el debate razonado por el miedo y la rabia. El método más evidente para destruir el espacio de información es la repetición constante de mentiras e información falsa sin sufrir consecuencias. Entonces, cuando se consigue tergiversar los ideales universales, y se terminan por adjudicar a un solo grupo, “la realidad misma acaba poniéndose en tela de juicio”. 

El fascismo reemplaza el debate razonado por el miedo y la rabia. El método más evidente para destruir el espacio de información es la repetición constante de mentiras e información falsa sin sufrir consecuencias.


5. La jerarquía

Una de las armas más comunes para instalar la irrealidad son las teorías conspirativas. En la actualidad, están en boga las campañas contra la vacunación y las mascarillas. La desinformación, las fake news y las teorías conspirativas no pretenden competir con la información estándar, sino que “buscan cuestionar y calumniar» a un adversario sin convencer a su audiencia de que la información que se entrega sea cierta. Esta técnica tiene dos objetivos iniciales: la prensa -muchas veces tildada de izquierda- y el Gobierno. 

Este concepto se contrapone con la historia de la ”ciudadanía liberal”, propone Stanley. Esa ciudadanía avanza hacia la inclusión de todas las razas, religiones y géneros y una campaña fascista, por el contrario, establece a la igualdad de derechos como una “negación a la ley natural” que sitúa los modos tradicionales de la élite por sobre las otras formas de vida que se alejan de la norma hegemónica. 

La desinformación, las fake news y las teorías conspirativas no pretenden competir con la información estándar sino que “buscan cuestionar y calumniar» a un adversario sin convencer a su audiencia de que la información que se entrega sea cierta.

Trump utilizó la clasificación entre “merecedores” y “no merecedores” en su campaña presidencial. Cuando la prensa le exigía respuestas respecto a quienes eran parte uno u otro grupo, Trump hablaba de la gente “trabajadora” y los “vagos”. Era evidente que “los merecedores” eran la población blanca y las minorías eran “no merecedores”. Entonces, cuando la izquierda utiliza el principio de igualdad, la campaña fascista acusa que los “grupos marginales” pueden utilizar eso como arma para quitarle la situación de privilegio a quienes lo merecen y acabar con las tradiciones. 

6. El victimismo

Este concepto es clave para entender que el discurso fascista confunde dos conceptos que son opuestos: igualdad y discriminación. Esto ocurre cuando se conjuga la desinformación con el discurso de la amenaza a los valores tradicionales. A pesar de lo que puedan decir los datos reales, el espacio de información oficial y el especializado se deteriora  por la campaña fascista. Con este panorama disponible, el líder ultraderechista se presenta como un líder que tiene la valentía necesaria para enfrentar la figura de un «otro». 

El victimismo del colectivo, por lo general de elite, es una de las claves de la campaña fascista. / Crédito: Agencia Uno.

“El líder fascista se vale de un ambiente de victimismo colectivo para generar un sentimiento de identidad grupal que nada tiene que ver con el espíritu cosmopolita ni con el individualismo de la democracia”, explica Stanley. Esta identidad se sostiene en el pasado mítico, ya sea étnico, religioso o en torno a los valores tradicionales de la élite. Una de las claves para identificar al fascismo desplegando en esta táctica es el uso del pronombre ellos: “Hay que protegerse de ellos y a veces combatirlos para restaurar la dignidad del grupo”, es un discurso clásico de los fascistas, afirma Stanley. 

7. El orden público

Un país que goza de una democracia sana comprende y promueve que las leyes actúan sobre todos los ciudadanos de manera igualitaria. En este marco se establece un vínculo de respeto y responsabilidad para mantener un orden armónico. En un gobierno fascista, no.

Generalmente, la campaña apoyada del victimismo, propone un orden simplista y categórico entre clases de ciudadanos: los que respetan la ley, porque es su modo natural de actuar, y las que no, porque son desobedientes por naturaleza. Toda persona que no cumpla el papel social tradicional atenta contra el orden social fascista por el solo hecho de existir. Por ejemplo, mujeres que no encajen en los roles de género, razas distintas a la blanca, homosexuales, inmigrantes y básicamente quienes no practiquen los valores de la religión dominante. 

El orden público según el fascismo divide a la sociedad en quienes por naturaleza siguen las leyes y quienes por la misma las desobedecen. // Crédito: Agencia Uno

El discurso fascista utiliza palabras precisas para referirse a quienes no forman parte del orden establecido y provoca cambio de actitudes y matices en la política. El uso de palabras como:
1. Delincuente para describir por igual a un asesino o a quien tiene una multa por no pagar el transporte público.
2. Disturbio para describir una protesta política.

Como estrategia política en contra del adversario, los representantes fascistas criminalizan a un grupo en el debate público. Esto se explicaría, según Stanley, porque siguen creyendo que la solución punitiva es válida sin entender condiciones adversas o contextos diferentes. 

8. La ansiedad sexual

Este punto explica que el fascismo se sostiene en la representación del líder como padre de la Nación. Cualquier amenaza hacia la naturaleza masculina patriarcal y a la forma tradicional de la familia es tomada como un ataque a la Nación. Se describe en el libro como ansiedad; en su dimensión material, por el uso de la violencia sexual como arma política y, en su sentido simbólico, se la cataloga como ansiedad sexual dado que el país está para esta visión “bajo amenaza” por las “desviaciones sexuales”.

Según el libro, cuando se «perturba» la masculinidad tradicional el fascismo lo interpreta como un ataque a la Nación.

En el contexto económico, este concepto opera bajo la incertidumbre que genera la angustia económica y se la convierte en miedo. La campaña fascista dice que los responsables de este temor exacerbado son quienes están en contra de la familia y sus tradiciones. Así se sostiene que la defensa de la Nación recae en la figura masculina que es la encargada de proteger a la sociedad del futuro adverso. Lo grave es que se vuelve a poner a la masculinidad en el centro del debate, establece jerarquías basadas en roles de género con el hombre como defensor de la familia y puede llegar a justificar el establecimiento del orden a través de la fuerza física. 

9. Sodoma y Gomorra

Stanley entrega este punto como una técnica clásica de la campaña fascista. Ha opera desde el ya clásico -prohibido por décadas en Alemania (*)- «Mi Lucha», de Adolf Hitler, hasta llegar a campañas contemporáneas, como la presidencial de Jean Marie Le Pen (en Francia) o Donald Trump (en EE.UU): “Culpar a la ciudad de ser el origen de todos los males de la sociedad, mientras que el campo se presenta como elemento purificador”.

«Culpar a la ciudad de ser el origen de todos los males de la sociedad, mientras que el campo se presenta como elemento purificador».

Este argumento, definido por el líder nazi en su tiempo, se ha modernizado de alguna u otra forma. Hoy, se basa en que hay que denunciar a la ciudad cosmopolita, porque destruye constantemente la cultura y los valores tradicionales. Es una manera de ser intolerante frente a la pluralidad, ya que -según la campaña fascista- hay una forma de vida, unos valores y unas costumbres que son las determinadas.

El crecimiento de la ciudad, como imagen que representa la diversidad, es una amenaza para la el gobierno fascista. En las elecciones francesas y en las estadounidenses -también en la reciente primera vuelta chilena- se presentó una fractura política entre las grandes ciudades y las zonas rurales. Según Stanley, la política fascista dirige su mensaje principalmente a las personas que viven alejadas de las grandes ciudades. En épocas de globalización, se exacerba esta fractura porque las ciudades son dinamizadoras de la economía y a la vez responsables del decaimiento de los valores nacionales que están bajo amenaza y que solo se mantienen en la ruralidad.

Culpar a las ciudades por «la decadencia de los valores tradicionales» genera una fractura política entre lo rural y lo urbano. / Crédito: Agencia Uno

10. Arbeti match frei (‘El trabajo hace libre)

Frase, acuñada en Alemania en 1873 por una novela del párroco y lexicógrafo nacionalista Lorenz Diefenbach, fue el eslogan del régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial. En esa época, la frase -puesta en las entradas de los campos de concentración- se utilizaba para interpelar a los grupos minoritarios y hacerlos merecedores de un espacio en la sociedad mediante el trabajo.

Donal Trump, luego del paso del huracán María en Puerto Rico en 2017, les negó el apoyo estatal tras los destrozos. Esta fue una de sus frases “No sé por qué tenemos que solucionarlo todo nosotros (el Estado). No mueven un dedo y les llegan las ayudas… Lo que quiere Trump es que despierten. Que cumplan con su parte. Que por una vez sean responsables”. Antes, ese mismo año, el huracán Harvey pasó por Houston (Texas), sede de un amplio electorado de Trump. Su actitud en el caso de Houston fue diametralmente distinta: no dudó en indemnizar a quienes habían perdido sus casas por la catástrofe.

Esta frase se encontraba en los portales de distintos campos de concentración judíos durante el régimen nazi.

La ideología fascista, dice Stanley, responde a un «nosotros» y no un «ellos» en momentos de crisis e incertidumbre. Hace un ejercicio de términos pareados estableciendo dicotomías constantes: esfuerzo versus flojera; cumplimiento de la ley versus delincuentes; nosotros versus ellos.

Así la campaña fascista instrumentaliza la idea de esfuerzo en el trabajo de las minorías. Estas vuelven a ser dignas mientras ingresen a la fuerza de trabajo sin pensar en lo relacionado a sus derechos, su condición, las reparaciones históricas o las garantías necesarias para una sociedad inclusiva. Δ


(*) Después de la muerte de Adolf Hitler, los derechos de autor de «Mi Lucha» pasaron al gobierno estatal de Baviera, que se negó a permitir la copia o impresión del libro en Alemania. En 2016, tras la expiración de esos derechos de autor, «Mi Lucha» se volvió a publicar en Alemania por primera vez desde 1945, lo que provocó un debate público y reacciones divididas de los grupos judíos.
Fuente: Wikipedia

 

Tags: BrasilChileEstados Unidosfascismoinvestigaciónlibropoliticauniversidad
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