Por Rodrigo Córdova y Jessica Herrera
Una encuesta de la Fundación Multitudes, que dedica sus esfuerzos a monitorear el cumplimiento de las leyes y tiene un Observatorio de Mujeres contra la Desinformación y Fake News, se acaba de hacer cargo de la relación entre violencia de género, redes sociales y parlamentarias. En su introducción, hace foco en el intenso período de campañas políticas que ha vivido el país entre 2020 y este año, y en la relevancia de lo digital para la difusión de ideas. Como contexto dice que las candidatas mujeres son «las que más han utilizado las redes sociales para contactarse», porque «son gratuitas y permiten una interacción directa con los votantes». El doble filo, sin embargo, es que «los pocos datos existentes con relación a violencia de género en línea indican
que son las mujeres las que suelen ser el blanco de agresiones y desinformación en estas plataformas».
No hay que ir tan lejos, sin embargo. Basta con aterrizar en el ex Congreso, donde -de paso- la mitad del equipo de trabajo son mujeres. Hoy 24 de junio, la Convención Constitucional empezó a vivir su última jornada de discursos individuales en el Pleno, de cara a la última semana: el informe de Armonización, que se deliberará la próxima semana, comenzará a votarse a partir del martes 28. Si hubo un gran tema entre sueños rotos, cuentas alegres, pasadas de cuentas, evaluaciones ponderadas y duros reproches fue uno: el de la violencia.
«(El odio y la violencia) es el que más fácil puede corromper el tejido de una sociedad sana ya que solo el odio nos puede llevar a culpar a los hijos o los nietos por los actos de nuestros antepasados». Eduardo Cretton (UDI)
Violencia ejercida de facto o de palabra. Violencia empleada en el Pleno para ridiculizar a alguna o alguno. Violencia como una palabra usada desde todos los sectores que, aunque comprenden esa palabra desde focos diferentes, al final del día la comparten porque saben que está ahí.
Eduardo Cretton, convencional de la UDI e integrante de la comisión de Derechos de los Pueblos Indígenas, donde protagonizó enormes disensos con sus compañeros, identificó en su discurso de esta tarde lo que llamó tres tipos de virus con forma de amenazas contra la democracia. El primero -dijo- es el odio y la violencia: «Es el que más fácil puede corromper el tejido de una sociedad sana ya que solo el odio nos puede llevar a culpar a los hijos o los nietos por los actos de nuestros antepasados».
Pocos minutos después, un compañero de mesa de Cretton en esa misma comisión, el convencional lickanantay Félix Galleguillos, casi no pudo terminar su discurso embargado por la emoción: «Quizá he y hemos normalizado los ataques diarios y constantes por parte de la derecha hacia los pueblos originarios. Nadie en este país o en este mundo merece ser ninguneado, despreciado, atacado o pormenorizado. Con profunda convicción, de verdad espero que ninguna persona lo viva en carne propia, porque una cosa es la discusión política y otra muy distinta es mentir, mofarse o agredir verbalmente».
«Quizá he y hemos normalizado los ataques diarios y constantes por parte de la derecha hacia los pueblos originarios. Nadie en este país o en este mundo merece ser ninguneado, despreciado, atacado o pormenorizado». Félix Galleguillos (lickanantay)
Durante el año de ejercicio convencional, se marcaron hitos de violencia (ver la infografía digital). Entre ellos, probablemente uno de los más graves son las amenazas de muerte a la ex coordinadora de la comisión de derechos humanos, Manuela Royo (independiente por los Movimientos Sociales), que la llevaron a interponer una querella en el 8° Juzgado de Garantía. La convencional de la derecha Teresa Marinovic (independiente por el PR) denunció amenazas a su celular privado, en su casa y a sus hijos.
La encuesta de la Fundación Multitudes, que fue hecha con parlamentarias, revela en el ítem «Cuéntanos una experiencia que hayas vivido con la desinformación como forma de violencia de género digital» tres aristas principales. La primera son los discursos de odio y las amenazas o ataques directos a través de redes sociales y llamadas telefónicas: el 25,8% de las encuestadas (31 de 48, es decir el 64,5% del total).
Según esa entidad, más del 70% de las encuestadas ha sido víctima de desinformación como forma de violencia de género. Y, según los resultados obtenidos, añade que se puede asegurar que la desinformación fomenta la sospecha y desconfianza hacia las mujeres, generando un tipo de violencia que tiene la intención de cuestionar si son realmente capaces de tomar decisiones y participar de la vida política.
«Ponían mi foto y usaban frases como ‘les vamos a expropiar las segundas viviendas’, que es algo que jamás dije. ‘Tienes cara de nana’ o ‘eres negra’ fueron comentarios que recibí, y es parte de cómo se instaló la violencia en contra mía y de otros convencionales». Lisette Vergara (Coordinadora Plurinacional).
Una convencional que se siente parte de quienes son afectadas por discriminación y violencia es Lisette Vergara (Coordinadora Plurinacional), quien habla de las fake news: «Ponían mi foto y usaban frases como ‘les vamos a expropiar las segundas viviendas’, que es algo que jamás dije. ‘Tienes cara de nana’ o ‘eres negra’ fueron comentarios que recibí, y es parte de cómo se instaló la violencia en contra mía y de otros convencionales».

Según la convencional Janis Meneses (Movimientos Sociales), su experiencia como coordinadora de la Comisión de Derechos Fundamentales la convirtió en foco: «Estar con la ultraderecha a diario permitió que los discursos violentos fueran constantes. De alguna manera uno tiende a naturalizarlos, pero la idea es que no pase, que la política no se construya desde ese lugar». Dice que hubo confusión: «A veces tienden a personalizar ciertas cuestiones que tienen que ver con las ideas que yo defiendo, pero que no tiene que ver conmigo como persona, sino que con las ideas que promuevo».
Meneses y Vergara, quien es parte del grupo sub 30 de la Convención, sienten que el ambiente ha sido «tóxico» desde que comenzaron a ocupar un cargo público como convencionales y que han debido recurrir a sus respectivas redes de apoyo para sortear las dificultades del oficio.
Las mujeres convencionales consultadas reportan haber recibido violencia por redes sociales, pero no ataques físicos, como sí ocurrió con Marcos Barraza (PC) y Ruggero Cozzi (RN), quienes fueron agredidos en las inmediaciones del ex Congreso.
A Cozzi le tocó sólo dos días después de la inauguración del 4 de julio de 2021. Tras afirmar que en Chile «no existen presos políticos», familiares de los involucrados lo esperaron para increparlo y golpearlo a patadas: «No fue nada grave, pero obviamente me afectó psicológicamente por un par de días, porque hay que tener fortaleza para decir lo que uno realmente cree», dice al recordar el episodio.

Barraza fue atacado en marzo de este año por una mujer llamada Helcia Briones, quien le puso una bandera chilena en la cabeza para después tironearlo. La mujer formaba parte de una agrupación anti aborto. Barraza reportó que antes de ser tomado oyó insultos contra Hernán Larraín (Evópoli) y Patricia Politzer (Independientes No Neutrales). Helcia Briones había formado parte de la franja televisiva por el Rechazo y quedó libre con prohibición de acercarse al convencional del PC y al ex Congreso.
La representante por el distrito 1 Pollyana Rivera (UDI) cuenta: «Es inevitable recibir agresiones a través de redes sociales por mi posición política, por mi manera de pensar y presentar mi defensa de iniciativas de norma, por mis valores y convicciones. Lo hacen de una manera muy violenta y grosera». La convencional avizora un tiempo complejo cuando haga campaña por el rechazo: «No sé qué tipo de agresiones voy a recibir ahí».
****
«Las mujeres en la política siempre han sufrido más y han tenido más golpes», explica Camila Sanhueza, magíster en historia de la Universidad Católica y autora del libro «De ‘apolíticas’ a militantes. La incorporación de mujeres al Partido Conservador chileno (1934-1952)». La autora dice que la historia republicana chilena tiene ejemplos de sobra para evidenciar la violencia y desacreditación que sufren las mujeres que participan en política. Y de inmediato pone ejemplos.

Uno: María de la Cruz se convirtió en la primera senadora en la historia de Chile, en febrero de 1953. Ocho meses después, en agosto, la inhabilitaron del cargo por contrabandear relojes y estar asociada a los peronistas. Estas acusaciones nunca lograron comprobarse y nunca se reparó en ello. Dos: Gladys Marín «fue destacada por sus colegas hombres por lucir las mejores piernas del Congreso, en vez de hablar de su labor política». Tres: más actual y en la derecha, Evelyn Matthei y el kiotazo, cuando el ex Presidente Sebastián Piñera confabuló para bajar la candidatura política de la actual alcaldesa de Providencia. Sanhueza concluye: «Las mujeres, en general, han tenido más obstáculos y en la Convención ha sido igual».
Natividad Llanquileo (mapuche) es consciente del doble foco cuando se es mujer e indígena: «Les ha pasado a muchas de nuestras compañeras y es bueno que se denuncie, pero nosotros nos hemos tenido que acostumbrar a la violencia política en estos espacios». Dice, de todos modos, que no minimiza el hecho: «He tenido que enfrentar la violencia con la que históricamente venimos cargando en nuestros cuerpos y hemos dejado pasar”.
Manuela Royo afirma: «La violencia política y sexual recae precisamente en las mujeres que tomamos la decisión de asumir un trabajo público. Se nos agrede, denuesta e intimida por esa opción». Royo es abogada y cita estudios de Global Witness y las Naciones Unidas que acreditan que los defensores ambientales «son el grupo más vulnerable a amenazas». Es evidente – añade Royo- que es una estrategia: «Busca desestabilizar la integridad y la seguridad de quienes estamos acá».
La Convención entrega un proceso en el que nunca habían existido tantos independientes, de origen social tan distinto y heterogéneo. Eso permite una manifestación de los problemas y la virtudes que ya tenía la sociedad chilena, afirma la historiadora Camila Sanhueza.
La convencional reconoce una cosa importante: «El compañerismo y el apoyo colectivo son herramientas que nos permiten resistir». Afirma también que pese a lo extremo de las agresiones verbales en su caso recibe más mensajes positivos que negativos.
Camila Sanhueza explica que un tipo de agresión que se han dado en la Convención, como el racismo o el clasismo, «no son síntomas sino manifestaciones de algo que ya estaba» en la sociedad chilena desde unos años antes del estallido social. La historiadora sí marca una diferencia entre la experiencia del Congreso y este órgano constituyente: la CC, según ella, es un espacio más propicio para que ocurra, porque no está blindado comunicacionalmente por partidos políticos. La Convención, explica, «entrega un proceso en el que nunca habían existido tantos independientes, de origen social tan distinto y heterogéneo». Esto permite, según la historiadora, «una manifestación de los problemas y las virtudes que ya tenía la sociedad chilena». Δ