Hoy comenzó la franja televisiva para el plebiscito del 4 de septiembre, día en que los chilenos iremos a las urnas a decidir por la vía del apruebo o el rechazo si cambiamos o no de Constitución. ¿Qué puede decirse de este primer capítulo en el debut? Primero lo obvio, lo que corresponde y lo que no por esas razones anteriores es menos relevante: ambas opciones son -sí, lo son- legítimas. Cómo no, si la dualidad es parte de la existencia. Para que haya luz tiene que haber sombra, y viceversa. Es una ley universal.
Dicho eso, es posible hacer el ejercicio y detectar contrastes, hacer comparaciones e incluso cruzar referencias y diferencias. Lo primero -de verdad sorprendente- es que sea la opción por el rechazo la que hable de generar un texto (otro, uno nuevo, uno distinto del que llegará ser refrendado en las urnas) desde el amor y no desde el odio o la rabia.
Quien escribe esto vio durante el último año decenas -sino cientos- de sesiones en comisiones y, sobre todo, en los Plenos. Es cierto -lo creo profundamente- que sin amor, en lo que sea y para lo que sea, se hace imposible llegar a puerto. Los seres humanos, tan acontecidos y tantas veces inconscientes de nosotros mismos, necesitamos apelar a la compasión y al entendimiento amoroso para conseguir resultados individuales y colectivos. Y es, probablemente, en el colectivo donde más nos cuesta. Nos es bastante fácil amar a los cercanos, pero muy difícil recordar que al final del día -y también al comienzo- todos somos uno y que, por tanto, el amor es como la pesca milagrosa: debe tocarnos a todos.
Por lo mismo, resulta paradojal que precisamente el sector que con menos amor y más furia acudió a tantos debates y a tantos discursos sea aquel que pide actuar con más amor y menos furia. Personas que forman parte del grupo que ha anunciado que votará rechazo insultaron -y también faltaron a la verdad- sesión tras sesión. De esas actuaciones surgieron, por ejemplo, los deplorables «visti-puntos», una calificación que se mostraba en carteles y que buscaba denigrar a convencionales como la representante del pueblo yagan, Lidia González, quien debió ver letreros en su contra y oír abucheos solo por ser y por «hacerse la vístima».
¿Es posible reprochar la falta de coherencia? ¿Es el amor aplicable para unos sí u otros no? Acudiendo otra vez a las leyes universales, antes que a la lógica del orden social que nos hemos dado, para lo primero la respuesta es no. Se dice que las cosas no están bien ni están mal y que las cosas solo son y solo por ser son perfectas. A lo segundo, la respuesta también es no: el amor está detrás de todo, es la energía vibracional que ata los cordones del universo, y nos traspasa a cada una y cada uno.
«Mientras el apruebo parte apelando a la necesidad de la escasez del agua, y muestra para eso ejemplos, el rechazo opta por hacernos reflexionar debajo de la ducha, con el agua como un bien presente casi por defecto en nuestras vidas».
Luego es interesante hacer foco en un contraste, quizá apenas un detalle. Mientras el apruebo parte apelando a la necesidad de hacerse cargo de una de las grandes urgencias presentes y futuras, que es la escasez del agua, y muestra para eso ejemplos, el rechazo opta por hacernos reflexionar debajo de la ducha, con el agua como un bien presente casi por defecto en nuestras vidas. Lo está, por ahora, para algunos de nosotros, los habitantes de las ciudades. No es así, sin embargo, para las 104 comunas rurales de Chile que sufren escasez hídrica permanente y deben juntar agua para lavarse -como se dice en Chile- por presas.
Otro factor de comparativa, y que generó trending topic en la red social Twitter hoy mismo, es la apelación a la ética y la estética de la familia Herrera, la protagonista de la afamada serie de Canal 13 «Los 80».
Quien más lo evidencia es la franja del rechazo, al recordar el impactante capítulo en que Juan, el patriarca de los Herrera, golpea la mesa para hacer callar a sus dos hijos mayores, que están discutiendo de política desde la dualidad (evidentemente). La agresiva furia de Juan, interpretado en la serie original por el actor Daniel Muñoz, es un vendaval sin retorno al lado de la brisa leve que genera el suave puñetazo del padre de maqueta de esta franja.
Pero ahí está, llamando al orden, buscando evitar en su familia aquello que nos ha ocupado -¿y quizá entretenido?- durante meses: la discusión y la pelea en torno a la dualidad del quién tiene la razón. La complejidad del momento actual indica -y no busco ser amarilla en esto, faltaba más- que todos la tienen. Un poco, pero la tienen.

Nos es difícil entenderlo, porque estamos acostumbrados a creer que lo que rige es la certeza y que siempre, como en los juegos de los programas de la televisión, hay siempre una sola respuesta que es correcta: la puerta C, decían en el «Jappening con Já». La verdad, no obstante, es que nada es estable ni estático. La ley universal indica que todo muta y eso es lo único permanentemente. Así comprendidos los asuntos es posible colegir que, desde su ángulo en cada momento, cada una y cada uno tiene un pedacito -pero no todo- de la verdad.
Volviendo a la franja, lo curioso es que el apruebo también apostó -de modo más sutil por cierto- a la ética y a estética de los Herrera. Familia que discute unida permanece unida y aquí Jaime, un padre tan esforzado y trabajador como Juan, es convencido, después de mucho dudarlo, de que es mejor salir a trabajar mañana regido por el nuevo texto. Siendo muy honesta, si la idea era provocar emoción, que para eso se ha inventado el lenguaje audiovisual, emociona más la familia del apruebo que la del rechazo. Hay más épica en esa historia.
Se ve poco político en esta franja. Probablemente es porque los partidos tienen consciencia de su situación crítica. El rechazo, de hecho, recurre a criticar a las y los convencionales porque -se acusa- se comportaron como políticos sin serlo: se la pasaron peleando. No se ven partidos en la franja del rechazo. Sí se los ve en la del apruebo. Una de sus representantes, la presidenta del PPD, Natalia Piergentili, afirma que la Convención dejó mucho que desear.
Hay quienes sostienen que, al comparar rechazo con apruebo, se nota mucho la diferencia de presupuestos: los primeros parecen haber tenido más recursos que los segundos. No lo parece tanto. Y, aunque lo pareciera, no es tan grave realmente porque lo que vale son los contenidos. Por eso sí es grave -muy grave- que el rechazo persevere repitiendo eslóganes y conceptos que no están en el texto y que son derechamente una falsedad. Por ejemplo, que la vivienda que entregará el Estado no será propia (ver nota aparte).
Tampoco se le agradece demasiado a esa opción que reitere lo de siempre: aquello del miedo y la inseguridad. Suele ser esa, sin embargo, una de sus cartas tradicionales en campaña. Al parecer está en su ADN, como lo está -y también al parecer- en la del apruebo echar mano a cierto aire de antaño, aquel que nos hablaba hace ya 34 años de una alegría que venía: ¿será que se cree que caballo ganador repite?
Según informa el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), los chilenos comenzamos a ver la franja hoy en los canales asociados dos veces al día: a las 12:45 horas, cuando abrió el bloque la opción apruebo, y a las 20:45, que es el turno del rechazo para la apertura. Estas dos emisiones diarias se mantendrán hasta el 1 de septiembre. Se verá en el transcurso cuál es la evolución. En tanto, vale decir lo último, otra obviedad: entre tener y franja y no tenerla, mejor que exista. Al menos se puede jugar a comparar (aunque eso no sea una ley universal). Δ
Jimena Villegas es periodista y fue durante 4 años crítica de televisión en el diario El Mercurio.