Yarela Gómez Sánchez (D27), de 30 años, es profesora de Lenguaje y Comunicación y en la región de Aysén, que es la suya, forma parte de un entramado de acción ciudadana diversa. Está en la Red Austral Pedagógica Feminista, en el Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente (Modatima) y en el Movimiento Aysén Constituyente. Por lo mismo su línea de trabajo político corre en torno a la descentralización, el feminismo y el medioambiente.
Cuenta que su carrera como activista comenzó a los 16 años con la «revolución pingüina» de 2006 y que desde entonces que se ha involucrado en distintos frentes. Para ella, después de tanto trajín ciudadano y de política territorial, llegar a escribir la nueva Constitución es tremendo: «Nosotros (en 2006) pensábamos ingenuamente que era llegar y cambiar una ley. Pero te dabas cuenta de que no. Veías que todo seguía igual y fue así como llegamos a la conclusión de que el problema era constitucional. Poder llegar a escribir la nueva Constitución es algo que jamás hubiese imaginado. Sólo quería que sucediera, era mi deseo máximo».
«Poder llegar a escribir la nueva Constitución es algo que jamás hubiese imaginado. Sólo quería que sucediera, era mi deseo máximo».
Y sucedió. Gómez sacó la mayor preferencia en una consulta ciudadana para postular como candidata a constituyente por Apruebo Dignidad. No lo tenía presupuestado pero, junto a su grupo familiar, tomó la decisión, dio el salto con una estrategia: «Hacer una buena campaña, que fuese un proceso pedagógico y que a su vez ese proceso nos pudiese posicionar para estar dentro de la convención». Sin recursos económicos, siendo madre y trabajando, logró adaptarse aún cuando la pandemia afectaba en sus labores pedagógicas.

Explica que en su distrito la cobertura móvil y de internet es insuficiente. Para hacer clases utilizó la radio, el único medio que lograba meterse entre los fiordos y campos. Dice que nada fue impedimento para que sus estudiantes pudieran zafar de los controles de lectura. A través del radioteatro, junto a artistas afectados por la crisis sanitaria, evaluaba la comprensión de las historias. Su propia historia la convenció de que será muy importante considerar la descentralización desde perspectivas específicas. La idea, afirma, no es buscar «el mismo poder para todos, sino que un poder equitativo en donde se provea en la medida de lo que se necesita».
Y si todos nos debimos adaptar a la pandemia —y quizá los alumnos de la profesora Gómez más que nadie— la Convención trajo consigo nuevas formas de vida para Yarela Gómez. Dejó Aysén y llegó a vivir a Santiago, junto a su pareja y a su hijo: «Esa fue una decisión compleja, porque tengo un hijo que estudia en el sector rural de Villa Ortega. Tuvimos que hablar con el colegio y le hicieron un plan para estudiar desde lejos a propósito de lo que había pasado en pandemia. Pero ha sido difícil. Vivir en pleno centro, con jornadas que son muy extensas. Salgo a las 7 de la mañana y regreso muy tarde. Casi no tenemos vida familiar».
Su compañero, que antes de venirse a Santiago trabajaba en actividades en el campo, es quien cuida al hijo mientras Gómez trabaja en la Convención: «No hay recursos para los cuidados. Por asuntos de nepotismo se confunden esos temas, lo que me parece un error porque estamos hablando de crianza. No es fácil dejar a tu hijo con alguien que no conoces». Explica que hace poco logró establecer horarios protegidos para estar con su familia: «Todo esto requiere mucha generosidad, comprensión y mucha responsabilidad».
«Vivir en pleno centro, con jornadas que son muy extensas. Salgo a las 7 de la mañana y regreso muy tarde. Casi no tenemos vida familiar».
Aun cuando el proceso de adaptación ya está aceitado, Gómez entiende que «van a existir momentos en los que no se va a poder» y explica: «Tenemos un tiempo muy acotado y urgente para escribir las normas constitucionales que debemos escribir. Está en nuestras manos sacar cuanto antes este proceso, de buena calidad, y yo estoy dispuesta a hacerlo. Es sólo un año». Δ