Este lunes 21 de marzo se cumplieron dos décadas del estreno de la serie “Los Simuladores” en el canal argentino Telefé. Tres días antes -el viernes 18- se anunció que los protagonistas -Diego Peretti, Martín Seefeld, Federico D’Elia y Alejandro Fiore- junto al director, Damián Szifron, trabajan en una película para 2024 que retomará la historia de los cuatro justicieros. Esta vez con Telefé y Paramount+ a cargo de la producción.
Realizada en plena crisis del corralito, que en 2001 restringió el retiro de dólares en los bancos argentinos, «Los Simuladores» tuvo dos temporadas. Cuenta la historia de cuatro amigos. Con distintas especialidades -logística y preparación, investigación, caracterización, técnica y movilidad- se dedican a resolver distintos tipos de problemas, mediante operativos de simulacro.
Realizada en plena crisis del corralito, que en 2001 restringió el retiro de dólares en los bancos argentinos, «Los Simuladores» tuvo dos temporadas. Cuenta la historia de cuatro amigos que se dedican a resolver distintos tipos de problemas, mediante operativos de simulacro.
Todo cabe en las argucias de Santos, Medina, Ravenna y Lampone para ahuyentar a amantes psicópatas, ayudar al hijo de una mujer moribunda a pasar de curso o vengar a un adulto mayor injustamente despedido de su trabajo. Son problemas de esos que uno escucha en la esquina y que ellos resuelven con ingenio y un despliegue digno de «Misión imposible», mientras en la banda sonora resuenan clásicos olvidados de la música pop y los más cinéfilos descubren guiños a genios del cine como Aldred Hitchcock.

A comienzos de los 2000 su éxito fue tal que tuvo versiones en Chile, España y México. Cada cual más alejada del espíritu y del encanto original. Por lo mismo, vale una recomendación: ser precavidos y visualizar los episodios de la original, que están disponibles en Youtube.
Uno de sus episodios más chistosos -e inverosímiles- es cuando logran engañar al mismísimo FBI en Estados Unidos, para salvar a la fallida Brigada B, que se había formado para resolver casos menores y que estaba detenida en los cuarteles centrales de la «mejor agencia de inteligencia del mundo». En ese episodio se burlan de todo el imaginario de agentes con maletines misteriosos, información clasificada, micrófonos ocultos, códigos ultrasecretos y la épica de lo infalible de esa organización. «Los Simuladores» chamullan tan bien que el FBI se va convenciendo de que lo hacen pésimo y de que su lucha contra el terrorismo está horriblemente ejecutada.
Como demuestran en ese capítulo, desde el Sur llevamos siglos asumiendo un paradigma: la visión de mundo en torno a que lo del hemisferio norte es mejor, y a veces lo único posible, lo realmente legítimo. Pero «Los Simuladores», usando los propios métodos de los agentes -es decir, una seguridad total en sus procedimientos, aquello de decir siempre la última palabra y lo de mirar al rival por encima del hombro- logran vencerlos en su terreno. Hay unas dosis de burla y de revancha desde este lado del mundo hacia el otro lado del mundo en ese episodio, la justa para la comedia que «Los Simuladores» es.
En “Los Simuladores” es evidente la voluntad de abordar cada tema desde la perspectiva de las personas. No hay alienígenas ni zombies, tampoco hay asesinos seriales ni batallas épicas, nada de ese largo etcétera en que se van moviendo las sillas musicales de la mayoría de las producciones de estos tiempos.
Mientras los streaming nos atosigan con cientos de series hechas sobre fórmulas probadas -el año pasado se estrenó un récord de 559 series nuevas en el mundo- en “Los Simuladores” es evidente la voluntad de abordar cada tema desde la perspectiva de las personas. No hay alienígenas ni zombies, tampoco hay asesinos seriales ni batallas épicas, nada de ese largo etcétera en que se van moviendo las sillas musicales de la mayoría de las producciones de estos tiempos. «Los Simuladores» toman casos como el de una joven que se avergüenza de su familia frente a la sofisticada parentela de su novio o la disfunción eréctil del presidente o a una mujer golpeada en la provincia de Misiones o al joven ejecutivo de una multinacional que ha olvidado su familia y sus raíces.
¿Muy fome? ¿Faltan acción o efectos especiales? Para algunas personas puede ser así. Pero nada cambia la agradable y cada vez más inusual sensación de terminar de ver una serie -una película, un documental, una teleserie- con una sonrisa. Es de esperar que la película sea eso lo que traiga, que «Los Simuladores» honren su historia, ese espíritu de reírse del poder y de las formas tradicionales. Porque lo hacen con la clase que tienen las grandes historias argentinas, y -probablemente lo mejor de todo- lo hacen con una profunda humanidad. Δ