Fernando Atria Lemaitre (53) es, sin duda, una de las caras más visibles que dejó el curso constituyente y no es casual. Desde la primera década de este siglo venía hablando sobre la necesidad que tiene Chile de un cambio constitucional. Por lo mismo, llegado el momento, hizo campaña para ser uno de los 154: «Habría sido incomprensible que yo me hubiese restado en ese momento», dice hoy. Abogado constitucionalista y doctor en Derecho, fue elegido convencional constituyente por un distrito apetecido: el 10.
Atria -hijo de sociólogos y sobrino del famoso compositor y cantautor Jaime Atria Rosselot– nació el 30 octubre de 1968, en el barrio de Queens de Nueva York, pero llegó a Chile a temprana edad. Hizo las enseñanzas básica y media en el colegio Notre Dame, una institución católica con 70 años de historia. Se tituló como abogado de la Universidad de Chile el año 1994 y cinco años después, en 1999, obtuvo el doctorado en la Universidad de Edimburgo (Escocia). No fue hasta la segunda década de los 2000 que se hizo conocido por el empeño de instalar en la discusión política un eje que no se materializó sino 10 años más tarde: el redactar para el país una nueva Constitución que dejara atrás la de 1980.
«Hay una sensación de una experiencia de unilateralidad: la convivencia está diseñada para beneficio de unos y perjuicio de otros. Por eso, yo creo que el tema de abuso era tan central».
«La Constitución tramposa» (2013), «Neoliberalismo con rostro humano» (2013), «Derechos sociales y educación: un nuevo paradigma de lo público» (2014) y «La forma del Derecho» (2016) son algunas de sus publicaciones. Ellas le permitieron expresar sus ideas y, por qué no, sirvieron como vehículo para una candidatura en 2017 a diputado por el Partido Socialista, tienda en la que militó entre 2010 y 2019. Solo en 2021 logró conseguir votos para su primer cargo público: el de convencional. A la CC llegó como independiente en un cupo de Revolución Democrática (RD).
Su misión con constituyente terminó el pasado 4 de julio. Luego de dejar atrás un intenso año en las dependencias del ex Congreso, al día siguiente retomó su jornada completa como docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Ahora, con el poco de distancia que dan la semanas, evalúa el proceso, revela los desafíos que debió asumir, realiza autocríticas, cuenta qué personas lo sorprendieron, busca los porqué en torno a la exclusión de la derecha y una vez más pronuncia lo que en su boca es casi un mantra: «Ésta es la Constitución que Chile necesita».
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Instalado en su casa del barrio Pedro de Valdivia norte, zona por la que saca a pasear a su perro, Atria reconoce que hay mucha incertidumbre sobre el resultado del plebiscito de salida, que se realizará el 4 de septiembre. También dice estar confiado en que ganará el apruebo y, por cierto, se declara «totalmente dispuesto a continuar actuando o participando políticamente».
-¿Por qué es buena esta Propuesta de nueva Constitución?
«Lo primero que yo diría es que ésta es la Constitución que, a mi juicio, Chile necesita. Es bien importante recordar para qué se hizo el proceso constituyente. No fue algo que se organizara porque a alguien se le ocurrió, sino que fue una manera de construir un camino de salida para una profunda crisis que se manifestó, de un modo innegable, desde el 18 de octubre del 2019, cuyas causas se venían gestando desde hacía mucho tiempo. A estas alturas, esto ya es un lugar común entre los observadores más calificados. La nueva Constitución es para superar la crisis y no para repararla de un día para otro, para ponernos en camino de reconstrucción de la convivencia. Yo creo que la Propuesta acierta en identificar los problemas y proponer soluciones alternativas, que restablecen formas reciprocas de convivencia».
-¿Cuáles son los elementos centrales de esta Constitución que la hacen ser necesaria?
«En el origen de la crisis, por supuesto, hay mucho más que decir, pero hay una sensación de una experiencia de unilateralidad: la convivencia está diseñada para beneficio de unos y perjuicio de otros. Por eso, yo creo que el tema de abuso era tan central. Esta Constitución reemplaza esa unilateralidad del abuso, por las bilateralidades de la reciprocidad. El Estado social y democrático de derechos y los derechos sociales, que están en el corazón de la Propuesta, son una manera de decir que la prosperidad material de la sociedad se ordena al aseguramiento de las condiciones materiales de la libertad de todos y no de algunos. El Estado social y democrático de derecho, el Estado Regional, la nueva relación con los pueblos originarios, la inclusión, la paridad entre hombres y mujeres son todas acerca de esto que estamos hablando. Por eso creo que la Convención, pese a todo lo que se diga de ella, tuvo un buen resultado. Es fundamental no ignorar, al momento de emitir un juicio, que las condiciones de la CC eran las peores posibles para que tuviese éxito».
«La Convención, pese a todo lo que se diga de ella, tuvo un buen resultado. Es fundamental no ignorar, al momento de emitir un juicio, que las condiciones de la CC eran las peores posibles para que tuviese éxito».
-¿A qué condiciones se refiere?
«Recordemos el momento. Había acusaciones. De violaciones a los derechos humanos, de presos de la revuelta, etcétera. No era el momento ideal para que, en algo como la Convención, surgiera un arrebato de amistad cívica: tomémonos de las manos y acordemos una Propuesta que deje tranquilos desde la UDI hasta la machi Francisca Linconao. Esta idea de que la CC se habría farreado una posibilidad, porque la Constitución que se propone no tiene el respaldo del 80%, yo creo que es totalmente irreal porque las condiciones para eso no estaban.
Además, de esas condiciones que afectaban el trabajo de la Convención, también hubo una condición bien aguda de deslegitimación de los partidos políticos. La CC no pudo ser articulada por los partidos ni nada parecido. Había una situación de desconfianza reciproca. No había ninguna regla, ninguna práctica. No era como la Cámara de Diputados, en la que cuando llegan los nuevos se suman a algo que ya existe. Esto era totalmente nuevo, y todo en un año. En esas condiciones, en ese plazo, la CC logra proponerle al país una Constitución que efectivamente propone nuevos términos de convivencia. A mí me parece que es un logro extraordinario».
-El convencional de RN Raúl Celis reconoce que un sector de la derecha no contribuyó al dialogo. Pero también dice que hubo un que sí lo intentó y que el mundo independiente se encargó de generar 1/3 que bloqueó acuerdos más amplios que incluían a la derecha. ¿Está de acuerdo?
«No. Yo creo que la cosa es distinta. Mira esta analogía, que uso con cuidado porque esta época no es la mejor para hacer esto así. Una persona engaña a su pareja y esta se entera. La persona dice: ‘La voy a invitar a comer y en la comida le voy a decir que lo siento y que no lo voy a hacer nunca más’. Está bien, pero es absurdo que esta persona espere que después de la cena todo vuelva a la normalidad. Es una expectativa absurda. Por cierto que el momento de pedir perdón y de decir que no se volverá a repetir es un momento importante. Pero es el inicio de un camino de reconstrucción de la relación.
Creo que la derecha que llegó a la CC, sobre todo la derecha que representan Raúl Celis o Cristián Monckeberg, llegó con esa actitud de asumir que es verdad que la derecha ha actuado de un modo inapropiado, que se ha aprovechado de la Constitución de 1980, que ha impedido su reforma. En ese sentido, esa parte de la derecha, vino con disposición a algo distinto que se esperaba de ellos. Es verdad. Pero creo que están como esa persona que dice ‘perdón, no lo voy a hacer nunca más’ y espera que eso sea suficiente para restablecer la relación.
Para mí, evidentemente, la conducta pasada de la derecha creó una condición en la que ese cambio de disposición no era suficiente para transformarlo todo. Y creo que ellos esperaban que sí, que lo transformara todo. Entonces, ante el hecho de que no lo transformara todo y a pesar de su disposición inicial, seguía habiendo reticencia o distancia respecto de ellos. Entonces ellos dijeron: ‘bueno, nos están excluyendo, no tiene sentido’. Entonces digamos que abandonaron todo esfuerzo de contribuir a la Convención.
En las cosas humanas, en las personales y en las políticas, las cosas no funcionan así. Las relaciones no se construyen sobre la base de disposiciones declaradas, sino de historias, y había una historia que le pasó la cuenta a la derecha dejó de insistir demasiado pronto. Deberían haber insistido más. Deberían haber estado conscientes de que la posición del otro, esa distancia respecto de ellos, no era caída del cielo, sino la consecuencia de que eran representantes, toda la derecha, de los que se habían beneficiado por 30 años de la Constitución vigente. Eran los que impusieron una Constitución, los que impidieron las reformas. Y eso no se quita con decir: ‘Estamos dispuestos a conversar'».
«La derecha dejó de insistir demasiado pronto. Deberían haber insistido más. Deberían haber estado conscientes de que la posición del otro, esa distancia respecto de ellos, no era caída del cielo, sino la consecuencia de que eran representantes, toda la derecha, de los que se habían beneficiado por 30 años de la Constitución vigente».
-Se esperaba que el Frente Amplio y que la izquierda partidista pudiese contrapesar a las fuerzas más independientes y que pudiesen ser los articuladores de los grandes acuerdos. ¿Así se plantearon su labor?

«El hecho de que la derecha haya asumido esta posición y se restara implicó que la Constitución tenía que darse con todo el resto, porque todavía se necesitaban los 2/3. El Frente Amplio, de modo bastante autoconsciente, asumió una labor de servir de puente entre el resto de los grupos, que iban desde Independientes No Neutrales hasta la Coordinadora Plurinacional. Construir esos dos tercios que no fue fácil. Creo que eso fue un proceso de aprendizaje, porque que la disposición a construir se fue desarrollando con el tiempo. Hubo una evolución de todos nosotros, que hizo bien distintos los términos de la discusión hacia el final y eso lo veo como una buena cosa, porque -según mi punto de vista- la CC se parece más que el Congreso actual a cómo va a ser la representación política en el futuro. La Convención también era, entonces, acerca de desarrollar condiciones de conversación política en estas circunstancias. Fue un buen aprendizaje para todos».
-¿Y su aprendizajes personales sobre este proceso? ¿Cómo entró y cómo salió de este proceso?
«Hay aprendizajes que se refieren a otras personas, por así decirlo. Hay relaciones que se van construyendo, y eso va facilitando la comunicación. Precisamente porque la comunicación también tiene historia, la comunicación se va haciendo más o menos posible de acuerdo a la propia historia de los participantes. Los que llegamos a la CC no teníamos una historia común, y sin ésta la comunicación se hace más importante. Reitero que las condiciones de las conversaciones al final eran muy distintas que las del principio.
Como aprendizaje, recojo el carácter de la conversación. La conversación política no es solo un intercambio de argumentos sino una relación entre sujetos situados. Entonces, es afectada por todo eso adicional al intercambio de argumentos. Ese es un aprendizaje super importante, porque montón de cosas se siguen desde ahí. La comunicación tiene ciertas condiciones sociales. Hay momentos en que la comunicación es más posible o más difícil, y nosotros estábamos en un momento difícil. Creo que el ejercicio de la Convención muestra que, aunque se dé en un momento difícil, no es imposible».
«No era el momento ideal para que, en algo como la Convención, surgiera un arrebato de amistad cívica: tomémonos de las manos y acordemos una Propuesta que deje tranquilos desde la UDI hasta la machi Francisca Linconao».
-Era un espacio de toma de decisiones muy heterogéneo…
«Creo que este es el órgano más representativo que ha existido en la historia de Chile. Nunca antes había estado la sociedad tan inmediatamente representada. Eso, por cierto, es importante pero también dificulta, porque esa comunicación no tenía ninguna historia. No hay una historia de esos agentes tomando decisiones en espacios institucionales. Y los que estaban tradicionalmente excluidos no llegaron agradecidos por la inclusión, no tenían porqué llegar agradecidos por la inclusión. Creo que, en algún momento, pase lo que pase en septiembre, que espero que se apruebe, esperaría que la evaluación de la Convención se haga tomando en cuenta que tenía todas las condiciones propiciatorias en contra. Entonces, en ese contexto, que haya producido una Constitución que es lo que Chile necesita. No lo voy a decir yo. Voy a citar al profesor Tom Ginsburg de la Universidad de Chicago, que no tiene ninguna hacha que afilar aquí, pero dijo: ‘es una especie de milagro que haya llegado tan lejos'».
-La inclusión del mundo independiente trajo normas que quizá no corresponden a materia constitucional. Como abogado constitucionalista se abstuvo de muchas de ellas. ¿Tiene distancia de esas normas? ¿Dificulto el trabajo esa discusión?
«En alguna medida sí. Es una de las condiciones de las que hablamos: las condiciones propiciatorias, que estaban todas en contra. Ahora, no hay un catálogo cerrado de qué es materia constitucional o no. Cada uno tiene sus opiniones, pero no son más que eso. Hay una especie de convergencia cuando uno mira las distintas constituciones. Hay ciertas cosas que están presentes en todas ellas. O sea, algo se puede decir y no es que esta idea de que hay cosas que sí corresponden en la Constitución sea totalmente vacía. Pero hay que tomarla con cierta distancia, y por razones bien obvias. Si uno compara la primera Constitución, la estadounidense (1783), hasta la última, que vendría a ser la chilena, evidentemente ha habido una expansión del ámbito constitucional y la expansión es bastante explosiva desde hace unas décadas. Entonces, no me parece raro que haya cosas que uno no habría esperado en este proyecto. Por supuesto que, en muchos casos, me parecía que había ciertas propuestas impropias y voté en contra. Y tiene contenidos que son inusuales pero, por otro lado, así progresa la tradición del constitucionalismo».
«No hay un catálogo cerrado de qué es materia constitucional o no. Cada uno tiene sus opiniones, pero no son más que eso. Hay una especie de convergencia cuando uno mira las distintas constituciones. Hay ciertas cosas que están presentes en todas ellas; o sea, algo se puede decir».
-¿Cómo progresa la tradición constitucionalista?
«En la Constitución mexicana de 1917 y después la alemana de 1919 se introdujo esta anomalía que no era de materia constitucional: los derechos sociales. Sí, eran anomalías, algo impropio de las constituciones. Las constituciones no eran para eso, sino para organizar el poder y no para la educación o la salud. Bueno, ahora sí lo están porqué, entre otras cosas, hay una tradición que se inicia con la Constitución de México».
-¿Cuál fue el momento más difícil de la CC?
«Hay varios momentos en los que uno veía asomarse alguna posibilidad de fracaso, de que no resultara. La elección de la segunda mesa fue uno de esos momentos, sobre todo el primer día. Lo que se mostró ahí fue bastante ominoso para lo que venía: una incapacidad de construir una posición común por pretensiones de cada uno de los colectivos, que nos tuvo todo un día votando. No me acuerdo cuántas veces, pero muchas. Votando en banda, porque nadie quería ceder y las posibilidades subían y bajaban. Ese fue un momento bajo. Después hubo otro par de momentos que hacían dudar de la posibilidad de que lo que saliera fuera lo que Chile necesitaba. Hubo momentos en la discusión sobre las normas de minería, por ejemplo, donde los acuerdos logrados se rompen, se quiebran. Y uno se preguntaba cómo se proyectaría eso en el futuro y si esto significaba que lo que iba a quedar quedaría mal».
-¿Algún arrepentimiento o autocrítica?
«Por supuesto. Hay muchas cosas que uno piensa que podría hacer distintas. Probablemente, me habría dedicado a estar más tiempo en conversaciones uno a uno, de ir construyendo posibilidades de comunicación. Ahora, creo que hay algo curioso en esta necesidad de autocrítica que se les pide a todos los agentes públicos: que se autocritiquen, como si no fuese suficiente con la heterocrítica, y digamos que tengo suficiente heterocrítica (*)».
«Hay algo curioso en esta necesidad de autocrítica que se les pide a todos los agentes públicos: que se autocritiquen, como si no fuese suficiente con la heterocrítica, y digamos que tengo suficiente heterocrítica».
-¿Qué personas lo sorprendieron? ¿Qué fue enriquecedor del encuentro con ellos?
«Fue una gran experiencia. Yo lamento que quedaran, tanto Giovanna Grandón como Cristóbal Andrade, en el imaginario de algún sector, sobre el cual la campaña del rechazo quiere construir, como el icono de una Convención poco seria, porque ellos se pasearon disfrazados de Tía Pikachú o de Dino Azulado. Ambos creo que jugaron un rol importante en momentos críticos. Lo que ambos hicieron les permitió ganarse todo el respeto».
-¿En qué momentos?

«En diversos momentos, porque entendían la urgencia y la importancia de la nueva Constitución. Hubo otras personas sobre las que mi opinión varió considerablemente durante el proceso constituyente. De nuevo, porque vi esta conciencia de la importancia de lo que estábamos haciendo, la disposición a actuar correlativamente, de modificar las posiciones para llegar a construir los 2/3, pensar fuera de los términos iniciales sobre los cuáles uno había planteado las cosas para buscar soluciones alternativas o novedosas que pudieran servir del punto de encuentro. Hablo de las personas del colectivo Movimientos Sociales Constituyentes y en particular de convencionales como Alondra Carrillo y Janis Meneses. Yo creo que llegaron con mucha reticencia, en particular respecto del FA y del Colectivo Socialista. No digo que, con el tiempo, hayan cambiado sus posiciones políticas, pero sí se dieron cuenta de que la necesidad de construir era más importante. Yo creo que esa disposición supone ser capaces de construir la relación necesaria para construir mayorías. Ese es el aprendizaje principal. Algunas personas lo lograron de una manera extraordinaria y eso fue muy importante para el desarrollo de la Convención, y hablo precisamente de ese sector que es independiente».
-Leer la Constitución quizá no es la mejor campaña comunicacional para la compaña del plebiscito. ¿Cuál es la tarea más importante del apruebo en estos dos meses?
«Entregar el mensaje de ‘haga lo posible por leerla» es un mensaje importante. Al mismo tiempo, es evidente que la información sobre la cual las personas van a decidir masivamente no va a ser la información que obtengan de leer de principio a fin el texto constitucional y que pretenderlo no es realista. Lo que aquí está en juego no es una regla precisa sobre este punto o sobre aquel. Ésta es una transformación de las condiciones de nuestra convivencia, con la finalidad de reconstruir una convivencia quebrada. Eso, creo yo, es la cuestión. La pregunta fundamental es: ¿esta Constitución contiene la posibilidad de la transformación de las condiciones de convivencia, permite reconstruirla? Así miraría yo el Estado Social, la plurinacionalidad, el Estado Regional y la paridad. Todo eso va en esa dirección.
Si la respuesta de uno es sí, está Constitución crea estas condiciones y permite reconstruir la convivencia, entonces creo que debería votar apruebo. Si la respuesta de unos es no, entonces uno puede decir que esta es una oportunidad perdida. Pero la oportunidad no es perdida por el hecho de que no vote en el plebiscito de salida el mismo 80% que votó por el apruebo en el plebiscito de entrada, porque por las condiciones ésa era una expectativa irreal. La condición de éxito no es esa. Yo diría que la campaña tiene debería apuntar a que ésta es la Constitución que Chile necesita, porque se necesitan nuevos términos de convivencia política y social para salir de la crisis o para empezar a salir, y esta propuesta fija esos nuevos términos.
Además de eso, hay que salir a desmentir, a responder las tonteras que se andan diciendo. No es verdad que el derecho a la vivienda digna implica que le van a quitar su casa y que no será heredable. No es verdad que las nuevas reglas sobre nacionalidad y la ciudadanía implican que los recién nacidos podrán votar. Por supuesto que no es verdad que la protección del derecho de reunión en lugares públicos y privados impliquen que cualquier persona se puede reunir en cualquier casa sin pedirle permiso al dueño. En fin, uno puede seguir la lista».
«Alondra Carrillo y Janis Meneses creo que llegaron con mucha reticencia, en particular respecto del Frente Amplio y del Colectivo Socialista. No digo que, con el tiempo, hayan cambiado sus posiciones políticas, pero sí se dieron cuenta de que la necesidad de construir era más importante».
-¿Qué le pareció la experiencia de la política representativa? ¿Le gustaría seguir participando en política?
«Primero, yo tengo mi vida profesional armada, soy profesor. Volví el 5 de julio a mi jornada completa en la Facultad de Derecho. Tengo un tratado sobre la posesión y la propiedad a medio escribir, y no necesito otra actividad para darle sentido a mi vida. Ahora, fue interesante la experiencia de la CC y estoy totalmente dispuesto a continuar actuando o participando políticamente. Pero no es algo que hoy día me ocupe. Digo, planificar ese futuro no es algo que me esté hoy ocupando.
Ahora la cuestión es la campaña y creo que es un poco como asumí la candidatura de la CC. Ahora viene un momento. Yo creo que el 4 de septiembre va a ganar el apruebo. Vendrá un momento de construcción de la nueva Constitución. Creo que quienes tuvimos una participación importante, no sólo en la escritura, sino el proceso completo, en la discusión completa que lleva más de una década, también tenemos que tener que estar dispuestos para tener un rol. Yo lo estoy. Δ
(*) Héterocrítica: la crítica que una persona hace hacia las demás personas. En un juicio heterocrítico conservado se critica a los demás de manera objetiva, reconociendo defectos y virtudes.