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esde hace ya más de una década, la Iglesia Católica y el escándalo son sinónimos. Esta semana, se dio a conocer un impactante cifra en Francia: 216 mil casos documentados de abusos de religiosos desde 1950. Es una cifra que llega a 330 mil, si se incluyen los abusos perpetrados por miembros laicos.
Antes de los múltiples casos de violaciones y abusos sexuales que, al conocerse, cambiaron su historia para siempre, la Católica era una iglesia asociada a la espiritualidad, a la fe y al poder. Mucho poder. Uno de los últimos representantes de esos días en Chile era el cardenal Jorge Medina, que murió el domingo 3. Como emblema de una época en que las jerarquías católicas ejercían gran influencia e imponían agenda en distintos ámbitos, Medina intervino en la discusión de políticas públicas como la entrega de anticonceptivos y el matrimonio igualitario. Llegó incluso a impedir un concierto de “los satánicos” Iron Maiden.
“Creo que la Iglesia Católica hoy día no tiene que imponer nada (…) Aós no tiene el carisma que probablemente tuvieron otros antaño. No tiene esa fuerza”.
Hoy son tiempos distintos. Pero la Iglesia Católica aún tiene cosas que decir. La tradición es fuerte; la influencia, centenaria, y la voluntad de plantear “sus” temas persiste.
Por eso, luego de un largo silencio público tras los escándalos sexuales, el cardenal de Santiago Celestino Aós realizó la primera intervención destacable de la Iglesia chilena en el Tedeum de septiembre. Y lo hizo mirando hacia la Convención Constituyente. Junto con encomendar el trabajo de los constituyentes, defendió lo que llamó “valores no negociables” en una homilía en que rechazó el aborto y el matrimonio igualitario.
“Creo que la Iglesia Católica hoy día no tiene que imponer nada (…) Aós no tiene el carisma que probablemente tuvieron otros antaño. No tiene esa fuerza”. Quien pronuncia esa frase es Marcial Sánchez, historiador de la Iglesia Católica y editor de 5 volúmenes que abordan su trayectoria en Chile desde la conquista española hasta el año 2005.
«Entre el levantamiento social y la primera etapa de la pandemia había algunos curas que efectivamente estaban trabajando in situ, al igual que las monjas, pero la jerarquía no aparecía».
-¿Por qué cree que la Iglesia decide volver a participar de la discusión pública?
“Celestino Aós dirige una Conferencia Episcopal que ha tenido que enfrentar un montón de situaciones complejas, creadas por ellos mismos, según lo que les dijo el Papa. Son abusos de poder, de conciencia y abusos sexuales. Estamos frente a una institución que está bastante desmerecida en cuanto a la opinión que pueda dar y ése es un problema muy grave para ellos. Se quedaron callados y navegaron así por lo menos un año y medio: entre el levantamiento social y la primera etapa de la pandemia solamente juntaban cajitas para entregárselas a las poblaciones y había algunos curas que efectivamente estaban trabajando in situ, al igual que las monjas, pero la jerarquía no aparecía.
Desde la ilegitimidad que tiene la Conferencia Episcopal, que no ha cambiado, están tratando de instalar ciertos temas. Creo que es bueno que se transparente qué opina la Iglesia porque hace un tiempo no decía nada por la vergüenza y por la ilegitimidad. De todas maneras, la Iglesia llega tarde porque es un discurso que no tiene asidero para tomarlo responsablemente: nadie tiene que imponer nada a nadie. En Chile, después del levantamiento social de 2019, estamos bastante empoderados y me atrevo a decirlo como profesor que soy, de a pie: la gente está en otra, no está para que la vengan a tomar de la manito y decirle ‘si usted no hace esto, se salva’ ¿Se salva de qué? La única forma de salvarme es comiendo y cuidando a mis hijos”.

-Aós utiliza el concepto de «valores no negociables» que parece una mimetización con el grupo más conservador que está en la Convención y que es minoritario.
“(En la Convención) Tienen que dialogar para poder encontrar la paz, pero no se puede imponer esto de los ‘valores no negociables’. Nadie va a negociar con ellos y la Iglesia no lo entiende. Hoy día no son una institución preponderante y no estoy rasgando vestiduras de la historia; no lo son porque ellos han faltado a la verdad en cuanto a su realidad de ser sacerdotes y estoy hablando de la búsqueda de la verdad y el cuidado de los más indefensos. Los valores que para ellos no son transables efectivamente no lo son probablemente para un sector de la sociedad, pero los valores para nadie son transables, se trata de como tú vives los valores. Y dentro de los valores está que el ser humano es un ser racional y como ser racional puede elegir. Por ejemplo, el tema del aborto, yo tengo la posibilidad de poder elegir (…) Cuando tratamos de inútiles a los seres humanos, como ‘haga lo que yo le digo’, empezamos a ser verdaderos borregos y yo creo, sinceramente, que no están dadas las condiciones en Chile para que nos traten como borregos”.
Realidad instrumentalizada
«Si profundizamos en el problema de la Iglesia y cuánta influencia podría tener en la Constitución, primero me atrevería a decir que el problema de la Iglesia es estructural y sistémico».
-¿Qué influencia real puede tener la Iglesia Católica hoy?
“Sinceremos las cosas. El Te Deum nadie lo escucha. Antes todos lo daban, pero hoy día nadie lo da. El Te Deum ¿a quién le interesa? Si profundizamos en el problema de la Iglesia y cuánta influencia podría tener en la Constitución, primero me atrevería a decir que el problema de la Iglesia es estructural y sistémico. El Papa se dio cuenta de que había un problema estructural y empezó a cambiar todo el tema eclesiástico (…) Uno de los problemas que tiene la jerarquía chilena es que no le hacen caso al Papa hace mucho tiempo, hasta bromas se echan entre ellos cuando llegan cosas del Vaticano. Pero hay un problema más complejo, que es sistémico (…) Lo que pasó ahora con Aós: probablemente creyó que diciendo eso podía, efectivamente, incidir o influir en alguna toma de decisión, lo cual está absolutamente equivocado. Este grupo vive en una pequeña burbuja donde no ven la realidad; no son todos, pero hay muchos que no ven la realidad, por lo tanto, se les provoca un problema de sistema. Yo creo que la Iglesia Católica chilena ha estado relativizando la realidad nacional”.
-¿En qué sentido?
“La relativiza para ellos. La observan”.
-¿La instrumentalizan?
“Correcto. La jerarquía ha instrumentalizado la realidad para poder ser utilizada por ellos. Por ejemplo, la orden era ‘ayudemos a las ollas comunes’, entonces el cura de alma, que se cree el cuento, estaba ahí, pero había otros que llegaban con periodistas”.
“La jerarquía ha instrumentalizado la realidad para poder ser utilizada por ellos”.
-¿También pueden entenderse como instrumentalización las declaraciones de Aós en noviembre de 2019, cuando se estaba instalando el Acuerdo por la Paz, en que dice que es necesario cambiar la Constitución?
“Estas declaraciones de Celestino, si no me equivoco, fueron cuando venía llegando del Vaticano, entonces le habían dicho lo que tenía que decir, por lo tanto, estaba clarito. Pero creo que hoy día el discurso es más sincero. No es malo saber en qué está la Iglesia Católica porque, de alguna u otra forma, empieza a tomar un punto en toda esta discusión. Dentro de los convencionales hay católicos, está por verse qué harán ellos (…) Hay que recordar que América Latina en sí es un continente católico y que desde el concilio Vaticano II en adelante la Iglesia ha ido instalando ciertos conceptos como la Doctrina social, en que aparecen la solidaridad, dignidad y fraternidad. Es interesante porque son tres conceptos que se están utilizando en la discusión nacional. Hoy el pensamiento católico está dentro del ámbito de la cultura, pero la mirada de la Iglesia Católica es súper sesgada”.
Un siglo de íntima separación
Desde 1925, con la Constitución promulgada por el presidente Arturo Alessandri, la Iglesia se separa del Estado: “Pero esto venía desde antes, cuando el gobierno de Domingo Santa María (1881-1886) promulga las ‘leyes laicas’ Desde ahí se empieza a pensar en una separación de la Iglesia con el Estado, pero pensada desde el Estado” dice Sánchez.
-¿Cómo fue la relación con el Vaticano?
“Siempre hubo problemas con el Vaticano y Chile trató de llegar acuerdos, estando la Iglesia dentro del Estado, pero nunca se logró».
“Siempre hubo problemas con el Vaticano y Chile trató de llegar acuerdos, estando la Iglesia dentro del Estado, pero nunca se logró. Nos regíamos por la Constitución de 1833, que en su artículo quinto dice que Chile adscribe a la religión Católica Apostólica Romana, por lo tanto, era un país absolutamente católico. Cuando en 1925 pasamos de un Estado confesional a un Estado laico, la Iglesia tiene que empezar a deambular sola en términos de organización, genera nuevos obispados, busca recursos para formar a sus sacerdotes y pagar a los párrocos, porque antes estos eran pagados por el Estado”.
-En concreto, ¿cómo se ha relacionado el Estado con la Iglesia tras esa separación?
«Ante la nueva Constitución que hoy día se está discutiendo, tenemos que partir entendiendo la historia de la relación de la Iglesia con el Estado: desde el año 1925 ya no hay una relación formal y hasta el día de hoy no se ha generado ningún concordato entre el Vaticano y el Estado de Chile. Y eso es muy importante: por eso ha costado mucho que vuelva el informe de Scicluna, porque no hay un acuerdo directo para informar sobre casos de abusos. Tú tienes que pedir casos en términos generales, no por situación completa”.
“No se ha generado ningún concordato entre el Vaticano y el Estado de Chile. Y eso es muy importante: por eso ha costado mucho que vuelva el informe de Scicluna porque no hay un acuerdo directo para informar sobre casos de abusos».
-¿Y qué sucede en otros momentos históricos?
“Cuando se separan, el Estado se compromete en pasar una cantidad de recursos económicos a la Iglesia durante un tiempo, alrededor de como diez años. Pero eso no se cumple y no le pasa un peso a la Iglesia. Obviamente siguen habiendo conversaciones permanentes entre el arzobispo, la Conferencia Episcopal que se crea posteriormente, y los presidentes. Tanto así que Salvador Allende habla con el cardenal Raúl Silva Henríquez y le dice ‘yo no voy a tener ningún problema con usted, pero me gustaría que también me ayudara y lo primero es que tuviéramos un Te Deum ecuménico’. El cardenal con la visión que tenía -distinta a lo que hoy día tenemos- y la capacidad de poder leer lo cotidiano aceptó e invitaron a diferentes credos religiosos».
«Soy un convencido de que no tiene que haber diferencias en el Estado que nace. Obviamente todos tenemos que pagar tributos, todos. Y los bienes de la Iglesia no deberían ser exentos».
-Hay un tema económico importante en la Constitución de 1980, que establece que la Iglesia y los templos quedan exentos de toda clase de contribuciones. ¿Cómo se debería abordar eso en la discusión actual?
“Mirando la nueva Constitución, soy un convencido de que no tiene que haber diferencias en el Estado que nace. Obviamente todos tenemos que pagar tributos, todos. Y los bienes de la Iglesia no deberían ser exentos, sino que deberían ser tributables. ¿Eso le va a traer un problema a la Iglesia? Sí, pero es una institución privada y así tiene que ser mirada y eso no ha sucedido incluso desde 1925 en adelante. Estamos en un sistema neoliberal y si yo quiero romper eso y transitar a un sistema más mixto donde el Estado tenga mayor responsabilidad y la comunidad civil también, todas las instituciones y empresas tienen que ayudar pagando sus impuestos como corresponde, igual que nosotros, los civiles de pie. Lo primero es igualar a la Iglesia con el resto y no solamente a la Católica, a todas, y es el momento”. Δ