Juan José Parada Ortiz (43 años, guionista) pensó mucho antes de dar esta entrevista. Sus apellidos están constantemente en la noticia debido a las opiniones de su hermana Javiera. Ambos son hijos de Estela Ortiz y José Manuel Parada Maluenda, uno de los tres profesionales y militantes del Partido Comunista asesinados en 1985 por miembros de Carabineros en el hito que es conocido como Caso Degollados. Hoy Javiera y Juan José están en veredas enfrentadas. Ella es rostro del rechazo, que hace unos días cruzó el icónico puente de la campaña del No en contra de Augusto Pinochet para el plebiscito de 1988, al usar ese relato para decir que apoya «una Constitución que nos una», desatando las iras -entre otros- de los creativos detrás esa imagen. Él, desde un lugar más bien discreto en esta etapa, instalado en redes sociales, ha declarado estar por el apruebo.
Pero la presión es, a estas alturas, intensa. Desde hace unas semanas, Juan José Parada ha venido usando Twitter para referirse al papel de su familia -y en particular al de su hermana- en la contienda por la Propuesta constitucional, que será votada por los chilenos el próximo 4 de septiembre.
El 2 de agosto, por ejemplo, afirmó: «Que para defender la constitución de Pinochet la derecha use el apellido de mi padre degollado por carabineros el 85 y el de mi abuelo materno asesinado por la DINA en el centro de exterminio Simón Bolívar, se está transformando personalmente en algo muy difícil de digerir». Y este martes 15 publicó: «Hermana querida @javiparada ya poh, hasta cuándo? El argumento de que los que votamos apruebo ponemos la democracia en riesgo no resiste análisis. Puede que no les guste la propuesta, pero búsquense argumentos honestos. Dejen de asustar a la gente con mentiras y exageraciones ¿Qué onda?».
«Vivir bajo la Constitución del 80 es revictimizante. Sobre todo cuando esta Constitución opera para proteger los valores del sector que apoyó la dictadura de Pinochet. Para mí, aprobar es un gesto de reparación y reconciliación».
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Antes de seguir ahondando en torno a los efectos de la crispación actual y a lo que puede representar en particular para esta familia, vale dar una mirada hacia el pasado. Porque los apellidos Parada Ortiz están inscritos en la historia de Chile.
José Manuel Parada Maluenda -el padre de Juan José, Javiera, Camilo y Antonio- era sociólogo y trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad, organismo que asistía a las víctimas de la dictadura militar. Su nombre, junto a los de Manuel Guerrero y Santiago Nattino, aparece inscrito en uno de los episodios más crueles de la dictadura.
Los tres fueron secuestrados desde la puerta del Colegio Latinoamericano de Integración, donde estudiaban sus hijos, en medio de un vistoso operativo que incluyó helicópteros. Los encontraron en un sitio abandonado de Renca, donde hoy se ubica el memorial Tres Sillas, en su honor. El caso derivó en la caída del general director de Carabineros César Mendoza, quien era miembro de la Junta Militar desde el golpe de Estado. El juicio a los culpables, carabineros en ejercicio y un civil, Miguel Estay, «el Fanta», también es considerado un proceso clave para el Poder Judicial, con participantes tan relevantes como el ex presidente de la Corte Suprema Milton Juica, quien fue el ministro en visita que investigó el asesinato.

Pero antes que eso, la familia Parada Ortiz ya había dejado huella en el teatro y la política chilenos. Los abuelos paternos de Juan José y Javiera, María Maluenda y Roberto Parada, fueron pilares del Teatro Experimental de la Universidad de Chile y participantes activos del gobierno de la Unidad Popular. En las tablas estaban cuando su hijo José Manuel fue asesinado. Con el dolor vivo, Roberto Parada optó por continuar las funciones de «Primavera con una esquina rota» -una obra del uruguayo Mario Benedetti que habla del dolor y el exilio- como un homenaje a su hijo. Años después, María Maluenda siguió marcando el destino político de la familia, como fundadora del PPD y diputada de la República.
El abuelo materno, Fernando Ortiz Letelier, fue un destacado profesor de la Universidad de Chile y dirigente comunista, perseguido por la dictadura desde los primeros días de su instalación. A fines de 1976, lo detuvo la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), que ejercía como policía secreta de la dictadura, y solo en 2012, 35 años después de su desaparición, su familia pudo sepultar sus restos.
Con ese contexto es que los hermanos Parada Ortiz se instalan hoy de cara a un momento clave para la historia -y el futuro- de Chile: la elección (o no) de una nueva Constitución, elaborada por la Convención Constitucional y que fue desarrollada, tras un año de trabajo, con el objetivo de dejar atrás la Carta de 1980, legada por la dictadura. El proceso de escritura y hoy de campaña para que sea refrendada ha provocado hondos disensos. Javiera Parada forma parte de Una que nos una, un grupo contrario a la Propuesta y que reúne a algunos connotados nombres de la ex Concertación, como la ex senadora Carolina Goic (DC) o el ex convencional Felipe Harboe. Es integrante también de Horizontal, un centro de estudios liderado por el ex ministro de Hacienda y ex precandidato presidencial por Evópoli, Ignacio Briones.
Juan José Parada, en cambio, posee un historial público reciente más bien breve. Si bien se involucró en movimientos durante su etapa universitaria hoy -confiesa- prefiere privilegiar su vida familiar y creativa. El año pasado apoyó la candidatura de Gabriel Boric a la presidencia de la República y antes la precampaña presidencial de Daniel Jadue (PC). Es un hombre de izquierdas.
«Otro motivo importante para mí es dotar al país de una Constitución redactada por un organismo que fue elegido bajo un procedimiento electoral democrático, competitivo, paritario, libre e informado».
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-¿Cuáles son sus principales razones para votar apruebo?
«El apruebo mejora nuestra democracia sustancialmente. Por un lado, le da más poder a la mayoría respecto al poder que hoy tiene esa minoría que podríamos llamar la elite. Eso va a permitir destrabar la actual discusión política, para poder realizar los cambios que el país necesita y que durante años la Constitución actual ha impedido. También establece límites muy claros respecto a los derechos de las minorías, garantizando que no serán pasados a llevar y que tenemos la obligación de cuidarlas y respetarlas.
Por otra parte, siento que vivir bajo la Constitución del 80 es revictimizante. Sobre todo cuando esta Constitución opera para proteger los valores del sector que apoyó la dictadura de Pinochet. Para mí, aprobar es un gesto de reparación y reconciliación.
Otro motivo importante para mí es dotar al país de una Constitución redactada por un organismo que fue elegido bajo un procedimiento electoral democrático, competitivo, paritario, libre e informado. Un proceso cuyas reglas exigían a los convencionales discutir las diferentes propuestas con la suficiente altura de miras para llegar a amplios consensos. No hay que olvidar que cada letra puesta en el documento está ahí por el acuerdo de por lo menos 2/3 de los convencionales y todo esto en un marco de tiempo bastante acotado. Fue una supramayoría que, todos vimos, fue bastante ardua de construir. Tengo mucha admiración por el trabajo realizado en la Convención».
-¿Cómo analiza la campaña por el plebiscito de salida? ¿Qué le ha sorprendido? ¿Qué echa de menos?
«Esperaba que la discusión en campaña fuera sobre el texto constitucional, pero la campaña del rechazo parece tener el objetivo de ensuciar la sana discusión pública, introduciendo mentira tras mentira y exageración tras exageración. Los mensajes de la campaña del rechazo apelan al miedo. Nos quejamos todos los días de que las redes sociales polarizan y son un riesgo para la democracia, pues incentivan la manipulación de las emociones y exacerban sentimientos como la rabia y el odio y exactamente pareciera ser justo ese el foco de la campaña del rechazo: instalar el miedo, la confusión, la desinformación. Es triste. Pensaba que la nueva generación de dirigentes de derecha estaban comprometidos a tener una mayor lealtad con la discusión pública y es descorazonador ver que estaba equivocado. Igual siempre hay excepciones, pero las definiciones estratégicas de la campaña son claras. Todos podemos ver el camino que tomó la franja del rechazo.
Por otra parte la campaña del apruebo a mí personalmente me emociona. Me impresiona el cariño y el entusiasmo que veo en las personas que están haciendo la pega en el día a día, la convicción de que esto se gana conversando y convenciendo con el texto en la mano. Tenemos un país con una concentración de medios importante. Sin embargo, veo que son miles los que están dispuestos a dejar todo en la calle para que el apruebo logre sortear ese difícil escollo. Y veo también un fuerte compromiso y responsabilidad con el futuro de nuestro país».
«Fue difícil interpelar a mi hermana, pero debo decir que no la interpelé por ser mi hermana, siempre he tenido una buena relación con ella. La interpelé por usar su posición pública para decir una frase que no se sostiene».
-Interpeló a su hermana Javiera por Twitter por el argumento de que votar apruebo pone en riesgo la democracia. En su criterio, ¿qué cosas ponen realmente en riesgo la democracia hoy?
«Fue difícil interpelar a mi hermana, pero debo decir que no la interpelé por ser mi hermana, siempre he tenido una buena relación con ella. La interpelé por usar su posición pública para decir una frase que no se sostiene. La declaración que publicó decía literalmente que los que votamos apruebo ponemos en riesgo nuestra democracia. Me parece que es un ataque gratuito a miles de sobrevivientes a la dictadura. Muchas personas que votan apruebo fueron torturadas justamente por intentar recuperar nuestra democracia. Me parece que es una frase desafortunada que merecía una respuesta de mi parte. La democracia no hay que darla por sentada. Es una excepción dentro de la historia de la humanidad y todavía está al debe y debemos seguir trabajando para cumplir con sus promesas. Cuidarla es tarea de todos y, por lo mismo, hay que cuidar especialmente nuestras declaraciones públicas y de aquellos que prefieren o que usan sus posiciones de privilegios para llevar agua a su molino por sobre la búsqueda del bien común».

-Viene de una familia con una gran tradición política. También de grandes tragedias, como el asesinato de su abuelo materno y el de su padre. Personalmente, ¿cómo vive la política y el compromiso social? ¿Ha cambiado su manera de vivir la política con los años?
«Mi participación en la política nacional fue intensa durante mis años de juventud, pero hace tiempo que estoy concentrado en mi familia, en mi hijo, en mi trabajo creativo. De todas maneras cuando siento que es necesario intervenir en la discusión trato de dar a conocer mi opinión. Considero que la política es algo que no debemos nunca abandonar. Estamos todos llamados a participar, por acción u omisión. Dejar de preocuparnos de la esfera pública es dejarle el espacio libre a aquellos que les gusta usar la política en beneficio propio por sobre el bien común y que lamentablemente son un grupo bastante importante de personas.
Por lo mismo, admiro el compromiso de las nuevas generaciones. Creo que son más conscientes que nosotros, más preocupados por el medio ambiente, por los abusos de poder, por el cuidado de nuestra democracia. Pensándolo bien, quizás no es una opción, pues todo apunta a que si seguimos con el modelo productivo actual estamos condenados a la extinción. Ya estamos destruyendo el medio ambiente a una velocidad nunca antes vista. Es urgente cambiar nuestros hábitos y actuar para que nuestras sociedades dejen atrás la voraz cultura de consumo que nos ha caracterizado en el último siglo».
-¿Cuál es su relación actual con su hermana? ¿Cómo entiende usted el proceso que ella ha vivido al acercarse a un sector de la derecha?
«Sorprende que la Javiera haya decidido usar su libertad política y de conciencia para sumarse a un proyecto controlado y financiado por un sector que se ha opuesto durante décadas a los cambios democráticos, pero es su derecho. Literalmente mi padre y mi abuelo dieron su vida para que ella tuviera ese privilegio. No lo entiendo, pero claramente convivimos todos los días con paradojas inexplicables. Es parte de la vida. No va a perder mi cariño por ello, pero tampoco voy a inhibirme de expresar públicamente mi opinión».
-Su hermano Camilo es parte del movimiento anticapitalista y fue candidato a convencional. ¿Participó de su campaña?
«No. No hice campaña por mi hermano. No me siento representado por la organización a la que pertenece. Tengo una relación más pragmática con la política, pero entiendo el rol que cumplen y, sin duda, son voces que considero necesarias. Nos recuerdan a todos que para grandes sectores de la humanidad el buen vivir todavía está muy lejos y no es aceptable moralmente que sea así. Es fundamental apurar el tranco. Mucha gente lo está pasando mal.
Mi voto a la Convención fue para Bárbara Sepúlveda (PC). Me siento orgulloso de haber podido votar por ella. Es incuestionable el tremendo aporte que realizó en la Convención y el que está haciendo hoy a la discusión pública. Emociona su compromiso y su claridad. Liderazgos como el de ella me llenan de esperanza. Los agradezco y los necesito, pues a mi pesar caigo con bastante facilidad en la desesperanza y el escepticismo».
«Apoyé también con fuerza algunas iniciativas ligadas a la búsqueda de verdad y justicia. Pero desde hace años que estoy alejado de la práctica política cotidiana. No me llevo muy bien con el poder, ni con los aspectos confrontacionales de la actividad política».
-¿Ha pensado usted en tener un rol más activo en política?
«Es una tensión permanente en mi interior, pero tomé la decisión de criar y de enfocarme en mis obsesiones creativas. Durante mi juventud me involucré en la política universitaria. Llegué a tener puestos de representación tanto en mi breve paso por Sociología en la Universidad de Chile, como en mis años de estudiante de Cine en la Universidad Arcis. Apoyé también con fuerza algunas iniciativas ligadas a la búsqueda de verdad y justicia. Pero desde hace años que estoy alejado de la práctica política cotidiana. No me llevo muy bien con el poder, ni con los aspectos confrontacionales de la actividad política. Tengo un espíritu tranquilo y me encanta estar dedicado a mi hijo y a mi familia. Además, veo que las nuevas generaciones lo hacen muy bien y los pequeños errores comunicacionales o de protocolo que hemos visto estos meses no tienen mayor gravedad. Lo importante es la convicción que demuestran. Confío en ellos y creo que no tengo mucho que aportar. No tengo duda de que la generación dorada de la política chilena va a aprender rápido los detalles del ejercicio del poder. Se ve que para los años que tienen demuestran una madurez que impresiona y son muy capaces».

-Ha llamado la atención que Ricardo Brodsky, ex director del museo de la Memoria, se presente a favor del rechazo. Con la perspectiva de los derechos humanos, ¿qué opina de la propuesta constitucional?
«Ricardo Brodsky termina su entrevista diciendo que tiene la ilusión de que la derecha va a dar los votos en el Senado para reabrir un nuevo proceso constituyente. Lo claro es que de ganar el rechazo, el 5 de septiembre tendremos vigente la constitución de Pinochet y tendremos que pedirles permiso a quienes siempre se han opuesto a los cambios para realizar cualquier tipo de modificación. Desde mi perspectiva, retrotraer la discusión a los parámetros previos del acuerdo del 15 de noviembre del 2019 significa a todas luces un retroceso enorme y un despropósito si es que declaran al mismo tiempo que quieren una nueva Constitución. No se entiende.
La nueva Constitución, de ser aprobada, no solamente terminará con las nefastas externalidades de vivir en un país que consagra un sistema subsidiario, sino que también en el Capítulo II, sobre Derechos Fundamentales y Garantías, asegura como un deber constitucional para cualquier gobierno y órgano del Estado proteger los derechos humanos, los derechos de las minorías y de las diversidades, propicia la igualdad de género, entiende a los niños y niñas como sujetos de derecho, otorga derechos a las personas con discapacidad, reconoce la neurodivergencia. Insisto que es ideológicamente incomprensible que una persona que se autodefine como liberal termine defendiendo la constitución conservadora y neoliberal que nos rige actualmente».
– ¿Cómo desearía vivir el próximo 5 de septiembre de 2022?
«Con un poco de caña después de celebrar el triunfo del apruebo». Δ