La semana pasada en la Comisión de Derechos Humanos de la CC, quizá la más interesante en estos días previos al comienzo de la redacción de la nueva Constitución, se abrió una brecha grande, un motivo para honda reflexión. Se acordó que Jorge Arancibia Reyes, ex almirante y comandante en jefe de la Armada de Chile y hoy convencional por el D7 (Vamos por Chile), fuera excluido de las audiencias de esa instancia.
La idea, impulsada por nueve convencionales, era impedir la revictimización de miles de víctimas de atropellos a los derechos humanos y sus familiares, dado que Arancibia fue edecán de Augusto Pinochet y dada también su acérrima defensa del golpe de Estado y de la dictadura.
La idea era impedir la revictimización de miles de víctimas de atropellos a los derechos humanos y sus familiares.
Arancibia es autor de durísimas frases, como ésta referente a su estado de ánimo durante 1973, entregada al programa Informe Especial de TVN. Por esos días, era un capitán de Corbeta y pensó lo siguiente: “Si seguimos así, yo pesco un fusil, me voy al cerro y voy a ir a matar a comunistas, para decirlo francamente. Porque ese era mi objetivo personal”.
El argumento de sus detractores es que, tanto en la Convención como la Comisión de DDHH en particular, “no hay espacio alguno al negacionismo” del que Arancibia -dicen- sería un claro defensor.
Arancibia fue edecán de Augusto Pinochet y un acérrimo defensor del golpe de Estado y de la dictadura.
Durante el fin de semana, tanto él mismo como su sector, pusieron las fichas en denunciar, vía entrevistas y declaraciones públicas, el error que se estaba cometiendo. Él afirmó: “Me he enfrentado con una actitud sectarista y excluyente”. Y su sector amenazó con acudir a “instancias jurisdiccionales nacionales e internacionales” para defender el derecho de Arancibia a participar.
Hasta ahí la línea argumental siguió el paso clásico del dime y direte político de siempre, lo que ya sabemos: hay quien se queda fuera y alega hasta por los codos; hay quien deja fuera sintiéndose seguro de hacer un bien al país. En este caso, además, había argumentos muy razonables para la segunda opción: la Comisión de DDHH recibirá testimonios de grupos y personas gravemente afectadas por la dictadura. Para ellos, Arancibia ciertamente puede significar una provocación.
Pero la CC, una instancia 100% sorprendente por su estilo, volvió a dar una clase de lo que puede ser la construcción de un relato político y social nuevo para Chile. Dio también otro paso hacia la profundización del cambio y la tolerancia. Mostró cuán emocionantes pueden llegar a ser los diálogos, si se dejan atrás los argumentos de la pura polaridad, porque jamás hay sólo ganadores y perdedores. Entre unos y otros existe una enorme gama de matices y una vía media. Los temas suelen ser tan redondos que es incluso difícil saber dónde comienza la pérdida y dónde la ganancia, más aún tomando en cuenta que hablamos de sentimientos y personas.
La CC, una instancia 100% sorprendente por su estilo, volvió a dar una clase de lo que puede ser la construcción de un relato político y social nuevo para Chile.
Tras una votación en general, que se desarrolló luego de un respetuoso y natural debate de ideas, se acordó aceptar a Arancibia en la subcomisión que analizará el marco regulatorio de los derechos fundamentales. Se hizo tras escuchar testimonios rotundos, como el de la convencional María Rivera, detenida por la CNI y sobreviviente del cuartel Borgoño, y después de atender reflexiones éticas y hondas, como que es imposible sostener una democracia sana y verdadera si se la sustenta sobre frases excluyentes y divisorias, como que “no hay libertad para los enemigos de la libertad”.
Los temas suelen ser tan redondos que es incluso difícil saber dónde comienza la pérdida y dónde la ganancia, más aún tomando en cuenta que hablamos de sentimientos y personas.
Pronunciada por el abogado y convencional Roberto Celedón (D17 por la lista Apruebo Dignidad), fue como oír un gong tibetano en nuestros oídos, porque aludió a aquellos que terminaron torturando y haciendo consejos de guerra, de los que el propio Celedón fue víctima.
La invitación a tener otra mirada es hermosa y es desafiante, es un vuelco en la visión de quiénes somos y quiénes queremos ser en adelante las chilenas y los chilenos. La esperanza es que convidados y convidadas como el convencional Arancibia Reyes estén a la altura del momento único y nuevo que vivimos. Así sea por el bien de todes.