Un pasado comunista, una candidatura a la alcaldía con el apoyo de Marcos Enriquez-Ominami y hoy constituyente de Renovación Nacional. Luciano Ernesto Silva (51) es pastor evangélico, profesor de educación básica y votó rechazo pero -como otros convencionales de su sector- terminó dentro de la Convención. Llegó con la convicción de que llevar este proceso al éxito y con la idea de «incluir en la Constitución la visión de las personas que no iban a tener una oportunidad en el nuevo Chile en este cambio ideológico». Se hizo conocido dentro de la CC cuando le dio el voto decisivo a María Elisa Quinteros (María Elisa Quinteros) para ser la nueva presidenta de la Mesa, cuando ni siquiera el Frente Amplio o los socialistas le habían entregado el apoyo. Ese acto, dice, le trajo costos políticos dentro de su colectivo, pero hasta hoy está tranquilo: «No me equivoqué, fue lo correcto».
«Los sectores de la derecha más radicales han jugado, creo, a trabajar por el rechazo desde dentro y no darse a la tarea que corresponde, que es intentar dejar algo».
Luciano Silva se ha caracterizado por no votar en bloque y ser parte de esa derecha que sí apoya cambios estructurales. Por lo mismo, realiza acciones distintas a las esperadas de alguien de su sector. A principios de marzo, a Pueblo Constituyente y la Coordinadora Plurinacional les hacía falta un patrocinio para llegar a la vicepresidencia adjunta, y fue Silva quien entregó la firma decisiva: Giovanna Grandón llegó a la Mesa gracias a su voto. Es un comportamiento sostenido.
La empresa de tecnología experta en desarrollo de software a medida, datos y analítica predictiva Unholster ha medido los comportamientos de los convencionales según las votaciones. Una de sus últimas entregas señala que Silva vota más veces a favor de mociones que cualquier personero de la derecha durante los Plenos deliberativos. Ha votado apruebo tantas veces como los convencionales Patricia Politzer (INC) y a Tomás Laibe (CS), solo que con mucha menos efectividad.
Este comportamiento, afirma, lo distancia de algunas personas de su colectivo, aunque cuenta que cuando ingresó a RN -hace dos años y medio- en ese colectivo sabían que él es un poco más independiente.
-¿Por qué quiso ser parte de este proceso si rechazó en el plebiscito?
«Lo hice, como muchos evangélicos, no porque no queramos cambios sociales, sino porque nosotros teníamos la idea de que el ambiente no era propicio. Podía generar más bien el espacio para discusiones de carácter ideológicas, que son absolutamente legítimas, pero que podían perder de vista la cuestión esencial que la gente había llevado a las calles, como salud, educación, el agua, etcétera. Ahora estoy preocupado por lo que se ha votado. Me gustaría que esto funcione, pero el día en que se aprobó el aborto yo dije que es una torpeza constitucionalizarlo porque ya existe en aborto en tres causales en Chile. Este proceso constituyente se va a echar encima a 2 millones de personas, los evangélicos, y eso no es sabio».
«Para cualquier evangélico el tema del aborto está complicadísimo. El evangélico es una persona a la que le puedes asegurar un auto con combustible para toda la vida y que le vengan a dejar el pan todos los días a su casa. Pero si le pones cosas valóricas que afecten su conciencia es complicado».
-¿Cuáles son sus mínimos intransables para la nueva Constitución?
«Para cualquier evangélico el tema del aborto está complicadísimo. El evangélico es una persona a la que le puedes asegurar un auto con combustible para toda la vida y que le vengan a dejar el pan todos los días a su casa. Pero si le pones cosas valóricas que afecten su conciencia es complicado. Pienso que deberíamos ver la manera de suavizar eso, no tendría que haber sido tan abierto y sin mandato al legislador. Eso se podría morigerar en Armonización y sería interesante. Eso, y el derecho preferente da los padres a educar a sus hijos, son una línea roja para los evangélicos. El otro tema es la libertad religiosa. Me preocupa saber lo que pasa en la comisión de Sistema Político, porque se está creando un asambleísmo nacional y regional».
-En la comisión de DD. FF. se votó el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos, pero también hubo convencionales de derecha que votaron en contra. ¿Qué le pareció?
«Entiendo que ellos rechazaron porque no estaba en los términos en los que se debería establecer como dicen los tratados internacionales. En esto, los sectores de la derecha más radicales han jugado, creo, a trabajar por el rechazo desde dentro y no darse a la tarea que corresponde, que es intentar dejar algo. Yo entiendo que no es el mejor momento para la gente conservadora, pero no podemos obstruir. Mi sector, la derecha, actúa al todo o nada, pero yo actúo distinto porque sé que estoy en un ambiente adverso, entonces prefiero dialogar».
-¿Entonces usted no tendría problemas que el derecho de educar a los padres también se aplique a diversos tipos de familia?
«Sin duda. Yo tengo un ideal de familia natural y evolutivo: es un hombre y una mujer. Pero entiendo que culturalmente hay otro tipo de familia, también es natural que lo haya y hay que defenderla. Las familias, como concepto amplio, deben ser protegidas».

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Está casado hace 20 años y durante los primeros 12 viajó por América Latina con Alejandra, su esposa, y hace tres años y medio nació Luciano, su único hijo.
Luciano, el convencional, se llama así en honor a Luciano Cruz Aguayo, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y Ernesto, su segundo nombre, es en honor al Che Guevara. Silva proviene de una familia con escasos ingresos, que vivía en una casa en el cerro, construida por su abuelo que era albañil. Recuerda con cariño su infancia. Vivió en un hogar evangélico, muy apegado a la Iglesia en el cerro Estanque de Tomé. Sus abuelos, por el lado de padre y madre, eran evangélicos. Su papá fue el primero en acceder a la universidad: «Mi padre vivió una historia parecida a la mía. Él fue marxista y canuto desde niño, igual que yo».
«Tengo un ideal de familia natural y evolutivo: es un hombre y una mujer. Pero entiendo que culturalmente hay otro tipo de familia, también es natural que lo haya y hay que defenderla. Las familias, como concepto amplio, deben ser protegidas».
Luciano escuchó toda su adolescencia la historia de cómo su padre, Luis Silva, se había alejado del marxismo. Una noche, cuando estaba con sus compañeros, ellos rayaron una iglesia. El padre de Luciano trató de convencerlos de que no lo hicieran, porque era un comedor social donde el cura trabajaba con gente pobre. Fue ese día que sus camaradas le preguntaron si entendía que la Iglesia no tenía cabida en el futuro que ellos imaginaban. Luis Silva se alejó entonces de ese mundo y siempre le repitió a su hijo que esos caminos terminan en la violencia.
Silva comenzó su seminario para ser pastor y cinco años después se entusiasmó con la Teología de la Liberación. Gracias al seminario pudo viajar por casi toda América Latina. Ahí generó vínculos con personas de izquierda que «estaban dispuestas a morir por la lucha en contra de la pobreza». A los 37 años comenzó sus intentos por participar en política, como «el pastor comunista». En 2008 fue candidato a la alcaldía de Tomé y obtuvo el 13% de los votos. Luego le hizo campaña a Marco Enríquez-Ominami y en 2012 volvió a ser candidato a la alcaldía de Tomé, pero esta vez como independiente con el respaldo del Partido Radical. Tampoco logró alcanzar los votos necesarios.
«Si el proceso constitucional no hubiese sido impulsado con tanta fuerza desde los grupos indígenas, feministas, ecologistas y las diversidades sexo genéricas, yo quizá hubiese participado de este proceso desde la misma izquierda o como independiente».
Ahí se dijo que el camino de la política no era para él. Se dedicó entonces a estudiar. Primero a sacar adelante la pedagogía general básica en la Universidad de Playa Ancha, luego un magíster en Políticas Públicas en la Universidad del Desarrollo y finalmente un doctorado en Educación y Cultura Latinoamericana de la Universidad Arcis. Dice que en un par de meses llegará el grado académico a sus manos.
En 2018 volvió al mundo político, pero tras bambalinas. Aunque aún se identificaba con la izquierda, apoyó la campaña del primer periodo de la actual diputada Francesca Muñoz (RN), quien también tiene cercanías con el mundo evangélico. En ese momento, la iglesia vio con buenos ojos el encuentro de esos mundos políticos: «Una izquierda conectada con la pobreza y una derecha más valórica. Eso les hizo sentido a los canutos y empezamos a ganar elecciones», dice. Y agrega que se da sobre todo en Bío Bío.

-¿Cómo es la relación con el partido?
«Yo me sentí muy bien acogido. Cuando te invitan a una casa y te dan el espacio, uno se siente bien, y así me sentí porque me recibieron como yo soy. Y, si el proceso constitucional no hubiese sido impulsado con tanta fuerza desde los grupos indígenas, feministas, ecologistas y las diversidades sexo genéricas, yo quizá hubiese participado de este proceso desde la misma izquierda o como independiente. No fue así, porque a mí me afectaba como pastor evangélico y fue ahí que RN me acogió».
-¿Cambiaron las cosas luego de votar desalineado con la derecha?
«Creo que están incómodos conmigo, ésa es la verdad, y yo también tiendo a sentirme incómodo y por eso voto fuera de la caja. No estoy en contra de lo que cree RN, tiene una mirada social distinta a la derecha. No tiene nada que ver con Republicanos ni la UDI y fíjate que tampoco con Evópoli, porque es gente simpática pero más de elite. Estoy preocupándome porque, en vez de reafirmarse la vocación hacia un centro social, veo que RN tiende, otra vez, a derechizarse. Debe ser porque Sebastián Piñera vuelve a meterse otra vez en RN y hay alguna parte que quiere o valora ese supuesto legado, que yo creo que es un despropósito y un absurdo. Si aparece Sebastián Piñera dentro de RN, como escuché, yo me voy del partido.
«No estoy en contra de lo que cree RN, tiene una mirada social distinta a la derecha. No tiene nada que ver con Republicanos ni la UDI y fíjate que tampoco con Evópoli, porque es gente simpática pero más de elite. Estoy preocupándome porque, en vez de reafirmarse la vocación hacia un centro social, veo que RN tiende, otra vez, a derechizarse».
Pienso que la relación era mejor antes. Hubo un quiebre fuerte conmigo cuando voté por María Elisa Quinteros, la mayoría no me la ha perdonado. Y después de darle la vicepresidencia a Giovanna Grandón (Coordinadora Plurinacional) no me la perdonaron. Yo creo que aún no se han dado cuenta de que mi voto estuvo bien puesto, porque tengo la posibilidad de dialogar con la izquierda. Creo que cosas se han ganado y es por mi capacidad de ir hacia la izquierda».
-¿Y con sus pares convencionales de RN? Según una entrevista que dio en la Radio Universidad de Chile usted cree quela distancia con su sector es por el origen de cada uno.
«Pienso que hay una tendencia natural, dentro de la gente que está acostumbrada a ser parte de la elite, a tratar de liderar en un proceso, pero no van a hacerlo porque aquí somos todos iguales. Yo tuve problemas con gente de mi sector cuando nos juntábamos, porque hablaban mucho y trataban de liderar de una. Yo vengo de una población, pero no me vas a decir a mí lo que tengo que hacer. Fue interesante, porque llegué a ser convencional con gente que habían sido mis jefes. Yo fui director regional de la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos, que pertenece a la Secretaría General de la Presidencia: Cristian Monckeberg fue mi jefe y ahora somos colegas. Él nunca ha actuado de mala manera conmigo, al contrario».
Sobre María Elisa Quinteros: «Pienso que esta Mesa lo ha hecho bien, porque ha traído equilibro administrativo y han permitido el dialogo, algo que nosotros buscamos. Algunos de mi sector me critican y me dicen: ‘mira como ella votó por el aborto y tu fuiste cómplice'».
-¿Se arrepiente de haber votado por la presidenta Quinteros y el vicepresidente Domínguez?
«Fue lo correcto. Dentro del proceso que vivíamos, de ultra izquierda, ella me parecía una persona dialogante. Ella es feminista pero en la Comisión de Ética que compartimos, siempre separó su voto de convencional de su función como coordinadora. Pensé que aquí iba a hacer lo mismo y así ha sido. Pienso que esta Mesa lo ha hecho bien, porque ha traído equilibro administrativo y han permitido el diálogo, algo que nosotros buscamos. Algunos de mi sector me critican y me dicen ‘mira como ella votó por el aborto y tu fuiste cómplice’. Les digo que puedo estar en contra de su voto como convencional y que respeto su posición, pero su trabajo como presidenta ha sido brillante y ha permitido el diálogo. Gaspar, que también es ideológico, es un tipo con el que converso constantemente. Es educado, choro, aunque no tengamos la misma idea es un tipo que da garantías de diálogo».
-¿Así se acerca a la izquierda?
«Converso mucho con la izquierda. Me tienen cariño y tengo la llegada. Lamentablemente mi sector no ha sabido aprovecharme como carta, pero ahí veo los egos y egoísmos».
Sobre la derecha más conservadora: «Lo que ellos hacen, de ingresar muchas indicaciones, las mismas de siempre, se puede leer claramente como una intención de entorpecer, de quitar tiempo y que termine por colapsar el proceso. Con eso no estoy de acuerdo».
-¿Y qué opina respecto de los «vistipuntos» de Teresa Marinovic y los dichos racistas hacia convencionales originarios?
«No estoy de acuerdo con ellos. Nunca estaré de acuerdo con ese tipo de cuestiones, porque además es una estrategia tonta. Si están buscando el rechazo, porque tú puedes llamar a la gente desde un punto de vista racional, a decir que quizá el proceso no es bueno, pueden llamar a rechazar. Pero no siendo agresivos y torpes como lo están siendo.
En ese sentido, me siento más peligroso en caso de querer rechazar, porque no he obstruido nada. He sido honesto, he tratado de ser justo. Entonces, si llego a la conclusión de que esto no está bien, mi palabra es mucho más fuerte que la de ellos, porque nace de una buena intención. Lo que ellos hacen, de ingresar muchas indicaciones, las mismas de siempre, se puede leer claramente como una intención de entorpecer, de quitar tiempo y que termine por colapsar el proceso. Con eso no estoy de acuerdo. Yo estoy de acuerdo con decir la verdad».
-¿Y en cuanto a la llamada «estrategia de la desinformación», cómo ve lo que pasó con Bernardo Fontaine?
«Él es un tipo que sabe mucho del tema y ha estado preocupado. Pero no me gusta cuando se utilizan medias verdades. Está defendiendo su punto de vista. No lo pondría a la altura de otros convencionales que utilizan medias verdades a propósito. Está lo que quiere defender. Pero no me parece que se haya usado esta media verdad, porque no se van a expropiar los fondos ni se ha decidido eso. Pero, ¿por qué no aprobar una indicación? Muchos van a decir que es materia de ley, pero se han dejado dentro un montón de cuestiones, como si fuesen marcas de los grupos de interés como el ecologismo o el feminismo, y tampoco son temas constitucionales».
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El cálculo grueso indica que los evangélicos pueden llegar a ser unos 3 millones de votantes para el plebiscito de salida, que impone voto obligatorio. En la convención son por lo menos cuatro: Luciano Silva, Cristóbal Andrade (Lista del Pueblo), Ruth Hurtado (Republicano) y Paulina Veloso (RN). Existen más pero no han revelado públicamente su religión.

La Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, una de las más grandes en el mundo evangélico, envió el 4 de abril una carta en la que manifestaban que la decisión de aprobar o rechazar la propuesta de nueva Constitución estará «ligada al respeto por parte de ustedes a la libertad religiosa y su libre ejercicio, la objeción de conciencia en temas donde nuestra forma de ver la vida, la educación y la sexualidad se vean violentadas. Así mismo, el derecho preferente de los padres a decidir cómo y dónde educar a sus propios hijos y la valoración que se dé a la vida del que está por nacer». En la carta, también se le entrega un respaldo a Silva: «Nuestra voz en estos temas de gran sensibilidad para el mundo evangélico, aconsejamos tener en cuenta su mirada».
Tras consultar a otros convencionales del mismo culto, indicaron que eso no representa a toda la iglesia, que existe diversidad de colores políticos y que ellos no se identifican con Silva. Lo del voto evangélico, entonces, es difícil de concretar. Voces al interior de la Convención dicen que una «patudez» aquello de autoproclamarse «representante de los evangélicos». Estas mismas advierten que las últimas votaciones de Silva han mermado su influencia dentro de la iglesia.
«Tengo una incidencia muy fuerte en el mundo pastoral en Chile. Por eso la mayoría de la iglesia me ve a mí como más cercano».
-¿Cómo es su relación con los otros convencionales evangélicos?
«Igual que como cualquier otro convencional. Estos hermanos, que yo considero gente que tiene todo mi cariño, no tienen por tema esencial el ser religioso dentro de la CC y ahí está la diferencia conmigo. Yo fui a este proceso constituyente por temas de interés del mundo evangélico y desde el día uno me proclamé canuto y pastor. Por supuesto, me interesan la educación, la salud, etcétera, pero desde una cosmovisión canuta evangélica sin miedo. Mis primeros discursos, y todo lo que yo he hecho, tienen un tinte evangélico. Entonces, tengo una incidencia muy fuerte en el mundo pastoral en Chile. Por eso la mayoría de la iglesia me ve a mí como más cercano, sin perjuicio de que apoyen también a estos lindos hermanos.
Finalmente, estoy representando, no a todos, pero a un gran porcentaje de ese mundo evangélico. No los representan otros convencionales evangélicos. Esto no le gusta a los otros evangélicos en la Convención, pero no es culpa mía. Yo respiro el mundo evangélico desde que soy un niño y pastoreo desde hace 25 años. Entonces no es que compita con estos convencionales. Este es mi ethos».

-¿Se puede hablar de que el voto evangélico va a ser para el apruebo o el rechazo?
«Organizar a todos los evangélicos sería absurdo, eso no va a pasar. Yo creo que sí existe en momentos de la historia y con las personas indicadas. No porque un candidato sea evangélico significa que votarán por él, eso no es así. Pero el voto evangélico aparece cuando la persona tiene renombre, experiencia política y una crisis en la historia».
El artículo aprobado por el Pleno que refiere a libertad de religión fue gestionado por otras fuerzas evangélicas de la Convención. Entre ellos, Cristóbal Andrade, por la izquierda y Ruth Hurtado, desde la derecha. Para Silva la mejor opción era una Iniciativa de Norma Popular que no prosperó. Pero dice que esta norma es buena y que el acuerdo también se dio «por la presión que ejerce la Iglesia evangélica».
Silva explica que este es un comienzo de participación política de los evangélicos: «Tengo una convicción teológica de que la iglesia evangélica tiene una incidencia política sin hacer trabajo político. El concepto de familia que defiende, de orden, de respeto y disciplina. Les permite a sus adeptos subir a la clase media entre la tercera y la cuarta generación».
-Hay un tema valórico de RN que coincide con los evangélicos…
«Ha surgido la idea de que algún día el mundo evangélico tiene que auto representarse, y no estar bajo ninguna ampolleta, solito. A lo mejor un candidato a Presidente o a senador o una bancada completa. Eso ha crecido en nuestro mundo. Es verdad que coinciden valores, pero el mundo evangélico es más social que la derecha porque es de población. Se hizo una caricatura cuando rechazó este proceso. El mundo evangélico nunca rechazó los cambios sociales, lo que pasa es que tenemos un ideario distinto para el cambio de la sociedad. Hay evangélicos en la ultraderecha y en la ultraizquierda. Yo trato de dialogar y al final del proceso tomaré la decisión con mucha honestidad.
Si me toca ser oposición, siempre seré de una constructiva y no una odiosa. No estoy para defender el legado de Pinochet o de Jaime Guzmán. Con esto no digo que avalo su asesinato, pero no estoy para proteger esas ideologías. Y tampoco a los empresarios sinvergüenzas, que no son todos: son algunas familias que han dejado la escoba en Chile. No estoy para defender ese legado absurdo y el legado de Piñera no me interesa».
-¿Después del 4 de julio por cuál idea va a trabajar?
«Estoy muy complicado con lo que se está aprobando. Imagínate que salgo a rechazar. No se olviden de que el pastor hoy es un voto irrelevante pero en el plebiscito de salida yo no soy un voto, tengo gente atrás. No me conviertan en rostro del rechazo, porque después de esto no voy a ser convencional, seré pastor evangélico».
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Luciano Silva está terminando de escribir su sexto libro. Se llama «El otro opio» y habla de la estructura religiosa en el marxismo. Para él, el trabajo de la Convención ha sido una experiencia política vital y también un campo experimental. Después de la CC, dice que volverá a su casa, a la sala de clases y a la iglesia: «A menos que Dios quiera otra cosa». Δ