Desde su oficina, entre torres de libros y papeles, el historiador Rafael Sagredo Baeza (63) se dispone a analizar el que es probablemente el momento político, social y cultural más relevante de los últimos 30 años para Chile. Sagredo fue elegido -según anunció el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, el 26 de agosto pasado- Premio Nacional de Historia 2022 (ver recuadro). Faltan pocas horas para el plebiscito de salida, que decidirá si el país está de acuerdo o no en migrar hacia una nueva base constitucional, y él confiesa sentirse optimista al respecto: «Los cambios y transformaciones van a llegar de todas maneras», afirma.
En redes sociales, en la televisión y en los medios en general se aprecia la inquietud ante los resultados. La desinformación ha tomado un papel relevante de cara a la opinión pública y aún es desconocida la profundidad de sus efectos. Sagredo, con reposada tranquilidad, afirma que las propuestas contenidas en el texto desarrollado por la Convención Constitucional no representan realmente a gran novedad: «No estamos inventando la pólvora. Es solo que ahora estamos reconociendo constitucionalmente algo que estaba en el ambiente, que era objeto de reivindicación por todo mundo y que ya es parte de la modernidad».
«No estamos inventando la pólvora. Es solo que ahora estamos reconociendo constitucionalmente algo que estaba en el ambiente, que era objeto de reivindicación por todo mundo y que ya es parte de la modernidad».
Doctor y magíster en Historia en el Colegio de México y profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad Católica de Chile, Sagredo se desempeña como profesor titular del Instituto de Historia de esa misma casa de estudios chilena y es también, desde hace 26 años, director del Centro de Investigación Barros Arana. Como señala su perfil en la UC, ha desarrollado investigaciones sobre la historia de las ideas económicas en Chile, las ideas y prácticas políticas, la historia de la mentalidades, de la vida privada y del cuerpo. En los últimos años se ha orientado hacia la historia de la ciencia en América y Chile.
Puede ser que su costumbre de mirar hacia el pasado le entregue esa aparente sensación de normalidad que revela ante las grandes transformaciones político-sociales que ha sufrido Chile en los últimos años. Por ejemplo, aunque hay quienes sienten que esta campaña para el plebiscito de salida de mañana es una de las más virulentas, él afirma que es nada en comparación con lo ocurrido en los capítulos más oscuros del país».
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-¿El proceso electoral actual usa el miedo como herramienta de campaña?
«No se puede calificar como una campaña del terror en comparación con las que hemos vivido en otras oportunidades, como la del plebiscito de entrada en 2020, el plebiscito de 1988 y la campaña de 1964. Aquí se trató de imponer o de hacer pasar la idea de que si gana una de las opciones el país entra en un proceso de desintegración. Creo que no ha calado ese discurso. Tampoco tuvo la intensidad de las otras oportunidades, porque parece que rápidamente se dieron cuenta de que no iba a ser muy útil. Todos están ahora de acuerdo con que hay que cambiar y transformar Chile».
-Aún así las encuestas oficiales siguen diciendo lo contrario…
«Si vamos a los hechos concretos, desde hace un tiempo ya largo la sociedad chilena viene demandando cambios, transformaciones y adecuaciones del sistema político a la nueva realidad social. Esto se ha expresado a través de los movimientos sociales y las manifestaciones en la calle, pero también en las elecciones. Hubo un plebiscito de entrada, una elección de constituyentes y ahora un plebiscito de salida. Entre medio hubo una elección presidencial y las opciones fueron claras. A la luz de estos antecedentes, uno podría indicar que efectivamente la sociedad chilena está anhelando transformaciones. Tanto como para que la oposición a la Convención y quienes votan por el rechazo también digan que hay que hacer cambios. Estamos de acuerdo con que las transformaciones son necesarias. La gran encuesta, como se usa decir, es el domingo. Pero, a la luz de toda la información que tenemos, me parece que todos los cambios y transformaciones van a llegar de todas maneras».
-¿Considera que está campaña ha sido violenta o conflictiva?
«Como ciudadano que sigue la prensa, efectivamente aparecen opiniones encontradas que algunos tratan de radicalizar. Pero no veo nada parecido a otras oportunidades y, si lo hubiera en las redes sociales, eso pasa no sólo con las campañas políticas sino que con cosas más insignificantes. Lo que vemos en la campaña no es algo que pasa en Chile solamente, sino que lo vemos en todo el mundo. No veo una campaña tan virulenta como algunos quieren hacer parecer. Esa es una sensación que se quiere traspasar para crear temor, miedo, incertidumbre y con eso llevar agua al molino de una de esas opciones».
«Incluso aquellos que hasta hace poco no querían cambios, ahora los buscan. Entonces no existe la virulencia que pretendían instalar».
-¿Qué otros momentos electorales de la historia mostraron más polarización?
«La campaña del Sí y el No del plebiscito de 1988 e incluso la segunda vuelta presidencial del año pasado fueron más polarizadas. Lo que veo hoy no es una polarización, como algunos quieren hacernos ver. Sobre todo porque es evidente. Ahora todos estamos de acuerdo en que se debe cambiar la institucionalidad chilena adecuándola a los tiempos, tiempos que vienen desenvolviéndose desde hace ya 30 o 40 años. Incluso aquellos que hasta hace poco no querían cambios, ahora los buscan. Entonces no existe la virulencia que pretendían instalar».
-¿Cómo proyecta el futuro del país ante el triunfo del apruebo o del rechazo?
«El proceso de cambio va a seguir. El futuro va a llegar porque es un proceso histórico que no es sólo chileno, es del mundo occidental, por lo pronto. Todos los derechos del medioambiente, la paridad, los derechos a los pueblos indígenas, etcétera. Es algo que ya está instalado. Veo con optimismo lo que está pasando y la gente decidirá qué opción cree que representa mejor eso que supuestamente todos estamos esperando».
-¿Realmente considera que habrá cambios cualquiera sea la opción ganadora?
«Bueno, si todos están de acuerdo de que habrán cambios, la pregunta que hay que hacerse es si quieren partir desde los cambios ya en sí mismos o empezar todo de nuevo. Eso lo tiene que decir cada uno atendiendo a los antecedentes históricos y a la coherencia de las posturas políticas. Porque si yo estuve hasta hace dos días diciendo que no había que cambiar nada y ahora hay que cambiar, no sé cuánta voluntad habrá después de hacerlo efectivamente. Pero eso lo ve cada ciudadano».
«El futuro va a llegar porque es un proceso histórico que no es sólo chileno, es del mundo occidental, por lo pronto. Todos los derechos del medioambiente, la paridad, los derechos a los pueblos indígenas, etcétera. Es algo que ya está instalado».
-Un sector del rechazo asegura que si gana el apruebo se refundará a Chile y nos espera una desestabilización social y económica.
«No veo nada parecido. Basta ver la propuesta de la Constitución para saber que no es una refundación, sino una continuación, un aggiornamiento, una modernización de la institucionalidad, una ampliación de derechos que ya están reconocidas en muchas partes del mundo. Por lo menos es así en los lugares que tenemos como referentes y que son una demanda muy sentida de la ciudadanía.
No sé qué es lo que estamos refundando. Seguimos siendo Chile, una República unitaria, indivisible, con los mismos símbolos patrios. Lo que pasa es que ahora incorporamos más personas, reconocemos más expresiones culturales e incluso naciones, reconocemos que las regiones deben tener más autonomía y que debe existir la paridad, etcétera. Pero seguimos siendo el mismo país. Nada cambia de la noche a la mañana nunca. La historia es cambio y continuidad. Estamos en un proceso de cambio pero que tiene mucho de continuidad. No veo refundación, no veo hoja en blanco, no veo nada de eso».
-¿Le parece la Propuesta constitucional progresista en relación al contexto internacional?
«No quiero ponerle adjetivos. Es una propuesta que, a mi juicio, es coherente con la evolución de la sociedad chilena de los últimos 30 años, con las aspiraciones mayoritarias de la sociedad chilena y sobre todo también con el mundo moderno, con lo que tenemos como valores, principios y derechos. La propuesta constitucional es una ampliación de los derechos. Diría, entonces, que es coherente con la historia de los últimos años y con el mundo en el que vivimos, en sus principios, en sus objetivos, en la filosofía que le inspira. Por supuesto que en todo el articulado habrá cosas que a algunos les guste más y a otros menos. Pero ninguna Constitución se promulga y queda estampada en piedra. Habrá cambios, modificaciones y ajustes. Y cualquiera sean las opciones, eso ocurrirá de cualquier manera».
«No sé qué es lo que estamos refundando. Seguimos siendo Chile, una República unitaria, indivisible, con los mismos símbolos patrios».
-¿Es la plurinacionalidad la forma apropiada de reconocer a los pueblos originarios desde el punto de vista histórico?
«Considero que es apropiada, porque es una forma de reconocer su existencia y es una forma de garantizar lo que reclaman: dignidad, derechos y una verdadera y real participación en nuestro sistema, del cual la mayor parte de la historia han estado excluidos. Y si la forma de hacerlo es declarando la plurinacionalidad está bien. El pluralismo jurídico que tanto se esgrime finalmente está sometido a la Corte Suprema, así es que no veo el problema».
-¿Faltó el reconocimiento a los afrodescendientes?
«En Chile siempre se ha invisibilizado absolutamente la existencia de afrodescendientes. Aunque son un porcentaje pequeño, existen y, como todas las otras identidades y minorías, exigen reconocimientos y derechos. Exigen también reparación. Hasta el momento, a pesar del esfuerzo que han hecho, esto no ha significado que puedan obtener un reconocimiento como los demás. Aún así, en la Propuesta constitucional ellos, aunque no estén reconocidos como una nación, tienen derechos y garantías como todos. Ellos sabrán manifestar si no están satisfechos y el resto de la población tendrá que saber acogerlos y someterlo a votación. No todo se logra de una vez. Es un tema que se debe visibilizar primero, porque en general las personas creen que en Chile jamás existieron afrodescendientes y mucho menos que sigan existiendo».
«Las personas quieren más comunidad y que tengamos las mismas condiciones de acceso a los servicios, al bienestar que genera el crecimiento económico y todo lo demás. El estado subsidiario y, más que eso, el Estado en el que todo lo ordena el mercado, es una de las cosas que la gente más resiente».
-¿Cómo califica el cambio histórico de ser un estado subsidiario a un estado social de derechos?
«Es un cambio fundamental, porque es lo que la gente demanda. Las personas quieren más comunidad y que tengamos las mismas condiciones de acceso a los servicios, al bienestar que genera el crecimiento económico y todo lo demás. El estado subsidiario y, más que eso, el Estado en el que todo lo ordena el mercado, es una de las cosas que la gente más resiente. Por eso esta nueva Constitución habla del Estado Social de Derecho, donde el Estado garantiza que todos, por el solo hecho de nacer en esta comunidad o pertenecer a ella, deberíamos tener acceso a los derechos básicos. No es que se tendrá de la noche a la mañana, pero va a promover políticas tendientes a lograrlo».
-¿Es esa la norma más importante y transformadora?
«No es un cambio radical, no estamos inventando nada. Inclusive antes de 1980 había un estado de bienestar, que no vamos a comparar con el estado social de derecho, pero que iba en esa tendencia. Tampoco veo que estemos inventando la pólvora, solo que ahora estamos reconociendo constitucionalmente algo que estaba en el ambiente, que era objeto de reivindicación por todo mundo y que es parte de la modernidad. Se presenta por un sector interesado que todo esto es nuevo, único, extraordinario y que va a significar poco menos que el apocalipsis. No creo en eso. Además, no coincide con los antecedentes históricos. La historia tiene la virtud de ofrecer precedentes y esa visión medio apocalíptica no cabe en este contexto». Δ