Margarita Vargas López, de profesión ingeniera en administración pública, nació en 1969 en Jetarkte, un asentamiento kawéskar ubicado frente al territorio que hoy se conoce como Puerto Edén. Un lugar casi abandonado, al sur del Golfo de Penas, habitado por 176 personas y hasta donde se llega únicamente por vía marítima y luego de dos días de navegación desde Puerto Natales.
No es raro que Puerto Edén haya sido el lugar escogido por los descendientes kawéskar para instalarse. Es una zona rodeada por una serie de islotes, lo que les permite seguir navegando inagotablemente al sur del Golfo de Penas. Este lugar sin calles está formado por navegantes que han visto reducida su población pero aún tienen huella. Margarita Vargas llegó a la Convención Constituyente como una candidatura independiente y representando a su pueblo. Uno de sus propósitos es plasmar, como representante de los kawéskar, sus saberes ancestrales del Buen Vivir en la nueva Constitución de Chile.
– ¿Qué significa para usted el Buen vivir?
«El concepto del Buen Vivir está asociado a poder garantizar la vida del indígena y sus derechos ancestrales: el derecho al territorio, a la restitución de tierras originarias y al reconocimiento de la cosmovisión de cada pueblo. Y, por lo mismo, todas las acciones que emprenda el Estado de Chile, todos los programas institucionales que desarrolle, deben estar vinculados a la pertinencia cultural de cada pueblo. La única forma de garantizar el Buen Vivir de las personas indígenas y originarias es que se apliquen políticas de desarrollo indígena y el desarrollo asociado a la cosmovisión de cada pueblo originario».
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DATO CLAVE
Los kawéskar creían en un ser supremo llamado Xolas. Practicaban el chamanismo, así como también ceremonias de iniciación a la pubertad (kálava) y ceremonias secretas masculinas (yinchihawa). Cuando entre 1946 y 1948, los visitó el etnólogo francés Joseph Emperaire, el imaginario religioso kawéskar estaba dominado por Ayayema, el espíritu maléfico de los pantanos que controlaba las tormentas y se llevaba a los hombres a su reino de muerte y podredumbre.
– ¿Cómo concibe el pueblo kawésqar el Buen Vivir?
«Está asociado con el territorio. Somos un pueblo nómade, canoero, que vive en comunión con la naturaleza. Entonces, el Buen Vivir está asociado a garantizar que nos desarrollemos dentro de nuestro territorio y podamos acceder a él conservando la naturaleza y los recursos que provee. La única forma en que como indígenas tengamos un Buen Vivir es que estemos conectados con nuestras costumbres, con nuestras tradiciones. Poder salir en nuestras canoas a navegar libremente, tener una vida como que la llevaban los antiguos sin tener necesariamente una estructura de vida. No estamos acostumbrados a tener esta vida occidental y colonial, donde nos someten a un vivir que no es nuestro, que heredamos y que tuvimos que aprender obligatoriamente. Eso rompió con nuestro Buen Vivir, con nuestra cotidianeidad e identidad, con el derecho que tenemos a desarrollarnos libremente en nuestro entorno. El salir a mariscar, el ir a buscar frutos silvestres o la caza del lobo marino, práctica que todavía los ancianos realizan».
«Se está perdiendo nuestra identidad y, cuando a un pueblo le pasa eso, no tiene una razón de ser».
– ¿Qué aspectos del buen vivir le gustaría que queden integrados en la nueva Constitución?
«Principalmente, que haya espacios para aprender nuestra lengua. Para eso, el Estado debe generar espacios de interculturalidad bilingüe. También valorar a nuestros mayores, que son tesoros humanos vivos y que hoy se encuentran marginados, porque no pueden usar su lengua ancestral. Yo tuve el privilegio de estudiar y de aprender a cómo relacionarme con el mundo central, pero los antiguos de mi pueblo no entienden esas normas. Se está perdiendo nuestra identidad y, cuando a un pueblo le pasa eso, no tiene una razón de ser. Si perdemos nuestra lengua ya no seremos una nación. Necesitamos que se garanticen nuestro territorio, costumbres y tradiciones antiguas en la nueva Constitución, para que podamos conectarnos con el mar y nuestro entorno libremente. Solo así podremos sentirnos hijos de la naturaleza».
«El modelo neoliberal, con la lucha por el acceso a bienes materiales, no será nunca una satisfacción real«.
– ¿Por qué es importante que la sociedad adopte las costumbres del Buen Vivir?
«Hoy estamos en una sociedad que se supone que es avanzada, pero tenemos la necesidad de volver a las prácticas antiguas. Nos dimos cuenta como sociedad de lo que los indígenas supimos siempre: el modelo neoliberal, con la lucha por el acceso a bienes materiales, no será nunca una satisfacción real. Eso es algo esporádico. En la medida en que el Estado no nos deje retroceder a la lluvia, a mirar las estrellas, a vivir en nuestro entorno y nos delimite a un modo de pensar, una sola forma de vivir, vamos a sentir que nos olvidamos. Es una pena pensar que nuestro pueblo quedará atrás en la historia de la existencia».
«En la medida en que el Estado no nos deje retroceder a la lluvia, a mirar las estrellas, a vivir en nuestro entorno y nos delimite a un modo de pensar, una sola forma de vivir, vamos a sentir que nos olvidamos».
«Hubo un cambio de paradigma en cómo uno se mueve en esta sociedad. Hemos empatizado y buscamos espacios donde se pueda conectar con lo verdadero, lo humano, con los animales también. Si volvemos hacia los pueblos y nuestra cosmovisión, nosotros hacemos un aporte desde el Buen Vivir. Hemos sobrevivido a grandes pandemias, a la persecución y a las burlas. A pesar de eso pudimos sobrevivir, y de una manera armónica».
«La familia es muy importante para nosotros, pero no como la conciben hoy. Por ejemplo, mi abuela vivió con sus dos maridos«.
– ¿Por qué es pertinente que aprendamos sobre el Buen Vivir en este momento de la historia?
«Es importante que la sociedad aprenda de las prácticas antiguas, porque la tierra, el mar y los animales están pidiendo protección. Nuestra organización parte desde la familia, donde se protegía mucho a los niños. Los abuelos eran respetados y la paridad de género estaba resuelta. Es una organización matriarcal pero las labores son compartidas. Tenemos que volver a empatizar y conectarnos con los orígenes y no necesitaríamos nada más. La familia es muy importante para nosotros, pero no como la conciben hoy. Por ejemplo, mi abuela vivió con sus dos maridos. Para nosotros el amor es libre. Cuando ella dejó de amar a mi abuelo, inició una relación con otro hombre, pero ella privilegió vivir con sus dos esposos porque era muy importante la protección de la familia. Y nunca existieron peleas, jamás nos dividimos. Siento que hoy la sociedad se empapa en problemas que no tienen sentido, porque prevalece el egoísmo, el valor al patrimonio, más que el amor al individuo y el desarrollo de cada persona». Δ