Por Jessica Herrera y Rodrigo Córdova
El domingo 4 de julio, la joven mapuche huilliche de 22 años Antumalén Urrutia salió a las siete de la mañana desde su casa hacia el cerro Santa Lucía, en el centro de Santiago. La sesión de instalación de la Convención Constituyente se realizaría tres horas más tarde. Antes, ella y los representantes del pueblo mapuche participaron de un guillatún, encabezado por la machi y constituyente Francisca Linconao. La jornada estuvo marcada por “momentos simbólicos”, afirma Antumalén, que estudiante de antropología y viajó a la capital desde su localidad natal, la isla Huapi en la región de Los Ríos, sólo para vivir ese día cerca del epicentro del proceso.
En la población Santo Tomás de La Pintana la Convención Constitucional no era tema. “Como escena de western, en la que está el desierto y corre una pelusa de ramitas”, dice el escritor chileno de 35 años Juan Carreño. Ese día estaba con un grupo de vecinos ayudando a una que se le había quemado la casa. Preocupados de conseguir materiales, dinero y comida mientras levantaban la casa nuevamente, “en el modo bingo y completos”, dice. Después de terminada la ceremonia, un compañero de Carreño gritó “hoy día es la weá esa de la constituyente”.
Nostalgia:
Hace un par de meses, en la ciudad de Coquimbo, la abogada Gabriela Calderón ganó las primarias organizadas por la Red Nacional Diaguita para ser candidata constituyente en los escaños reservados. Eric Chinga era su compañero de lista, el candidato alternativo. La abogada asumió el desafío con inquietud. Reconoce que se tuvo que armar de valor para enfrentar una campaña demandante, en medio de la pandemia y sin recursos.
«Me hubiese encantado estar ahí, al menos haber sido invitada a la inauguración». Gabriela Calderón, abogada. Por paridad, Eric Chinga (diaguita) tomó su lugar
Recorrió las comunidades diaguitas de la Cuarta Región, aunando apoyo territorial y sumando a su equipo a sabios y caciques del pueblo diaguita. En las elecciones del 15 y 16 de mayo, Calderón obtuvo 3.613 votos y fue una de las candidatas con más preferencias en los escaños reservados. Sin embargo, por las correcciones de la Ley de Paridad, tuvo que ceder su puesto a Chinga. Para ella fue un balde de agua fría, como una traición a todo el trabajo realizado y a todas las esperanzas que tenía en el proceso.
Tuvo que conformarse con la ilusión de colaborar con el candidato electo, que en ningún momento la llamó a trabajar con su equipo. Ese domingo 8 de julio, Gabriela Calderón vio con nostalgia la transmisión de la sesión inaugural de la CC, en su casa y abrazada de sus hijas, segura de que a ella le correspondía ese asiento para su pueblo: «Me hubiese encantado estar ahí, al menos haber sido invitada a la inauguración (…) Fue un momento sumamente conmovedor y emocionante. A pesar de todo, estaba contenta de que al fin mi pueblo tuviera ese grado de representatividad».
Alivio:
Ana María Vera, psicóloga comunitaria y docente de la Universidad Católica de Temuco, cree que la multiplicidad de emociones experimentadas ese día son una respuesta a la visibilización de grupos generalmente desplazados de la sociedad chilena. “Se ha hecho latente en el país que muchas personas, con sus historias y experiencias, estuvieron fuera de la toma de decisiones y marginadas de la política tradicional. A través del proceso constituyente, comienzan a ser reconocidas en su agencia social y en sus capacidades de transformar el mundo en función de sus proyectos colectivos”, explica Vera. Esta nueva etapa produciría mucha emoción y alivio. Para ella, es como “sanar viejas heridas”.
«Muchas personas, con sus historias y experiencias, estuvieron fuera de la toma de decisiones y marginadas de la política tradicional». Ana María Vera, psicóloga
Luego de terminado el guillatún -que es una oración solemne o ceremonia rogativa comunitaria- en el cerro, el grupo de Antumalén Urrutia inició una marcha por la Alameda hacia el ex Congreso. «Ahí pasó lo histórico», recuerda Urrutia, «por primera vez nos encontramos con los lamgen de otros pueblos en un proceso institucional. Esa mañana se formó una especie de congregación de identidades indígenas, las que después de 500 años de ser invisibles fuimos reconocidas en las figuras de los constituyentes. Al fin ese fue nuestro momento».
Adelaida Marca vive en Socoroma en la comuna de Putre, una localidad de 400 habitantes que no queda a más de 30 kilómetros de la frontera con Perú al norte y a menos de 60 km de la frontera de Bolivia al este. Es aymara, produce artesanalmente orégano de precordillera y se emociona cuando recuerda el primer día de la Convención: «Emoción de ser considerados en primera instancia». El día que comenzó la Convención no vio la tele. Se enteró por un grupo de WhatsApp de pueblos originarios que una mujer mapuche había sido electa como presidenta. Marca siente que todo va por un buen camino. La representa alguien que -dice- es el emisario perfecto para levantar las problemáticas de su pueblo. La presidenta Elisa Loncón viene de una cultura en la que ella confía. Vaticina que el cambio es inminente y la parece algo positivo.
Decepción:
Desde su casa en Rancagua, el empresario Aureliano Villegas se enteró de la sesión de instalación de la Convención Constitucional por el diario «El Mercurio», al que está suscrito. Nunca lee lo relativo a la Convención, prefiere leer los otros cuerpos que ofrece el medio. No le interesó el proceso desde que empezó. Piensa que es un gasto de plata innecesario, algo ilógico y absurdo. Cree que las cosas se podrían haber solucionado de manera distinta. Para él, la información del gran evento constitucional pasó desapercibida. Ni siquiera se enteró de quiénes salieron electos ese día.
Por Facebook se encontró con una sorpresa: «Que la señora, la secretaria del Tricel, fue la que presidió la ceremonia. Pero, más allá de eso, nada», cuenta. Villegas tuvo un pequeño atisbo de confianza e interés cuando se enteró de que una mujer presidirá la Convención: “Toda mi vida he sido siempre cargado para el lado de las mujeres, tengo puras mujeres en mi familia”, dice. Le bastó la primera declaración de Elisa Loncón para volver a desinteresarse. Villegas siente que ella se tomó atribuciones que no corresponden respecto a los presos políticos. Además, no está de acuerdo con el Estado plurinacional. El 4 de julio no es una fecha que él vaya a recordar.
Emoción:
Ese 4 julio, Antumalén Urrutia volvió a su casa de Santiago tras el encuentro de múltiples integrantes de pueblos originarios en la entrada del ex Congreso. En el living de la casa siguió atenta junto a su familia la transmisión de la sesión. Cuando comenzaron las votaciones para escoger a la máxima autoridad de la testera, sintió que un cambio político se estaba gestando: “Fue fuerte ver cómo, por primera vez, quienes han ostentado el poder ahora son minoría y comparten sala con convencionales mapuches. Por primera vez estamos donde debemos estar. Es un acto político, simbólico y muy emocionante”.
«Fue fuerte ver cómo, por primera vez, quienes han ostentado el poder ahora son minoría y comparten sala con convencionales mapuches». Antumalén Urrutia, persona del pueblo mapuche huilliche
La creación de una nueva Constitución es para Javiera Arce, cientista política e integrante de la Red de Politólogas, «la culminación de un intenso proceso de protesta, que tuvo un altísimo costo emocional y que se convirtió en un trauma social». Durante el estallido, explica Arce, «el pueblo mapuche nace como máximo símbolo de protesta e instala el conflicto mestizo en el centro del debate». Más aún, comenta Arce, que una mujer indígena lidere el organismo institucional más importante de los últimos 30 años genera «un reencuentro social» e inicia «un proceso de sanación» que, a su vez, produce mucha esperanza.
Vergüenza:
“Me pareció una vergüenza”, responde Francisco Testor, cuando se le pregunta por lo que sintió en la primera instancia de la CC. No por el acto mismo, sino por la poca solemnidad, la poca seriedad y los desmanes. Testor es español, lleva 30 años en el país y está casado con una chilena. Hoy es gerente general de una empresa minera.
«Ella es alguien dispuesta a conversar, no como un Evo Morales o alguien así, que no sabe dónde está parado». Francisco Testor sobre Elisa Loncon
El domingo 4 de julio estuvo en su casa y vio la ceremonia por la tele. Cuando salió electa Elisa Loncon sintió que era un gesto positivo. Se convencería aún más cuando su mujer le contó sobre el carácter dialogante de Loncon y sus antecedentes académicos: «Ella es alguien dispuesta a conversar, no como un Evo Morales o alguien así, que no sabe dónde está parado», dice Testor.
Nervios:
El restaurante Japón se emplaza hace más de 40 años en la calle Barón Pierre de Coubertin, a pasos de Plaza Italia. Fue el primer local de comida nipona en Santiago, ha pertenecido a la misma familia por varias generaciones y Guillermo Bertini es uno de sus integrantes más jóvenes. Este negocio es uno de los tantos afectados por la violencia en las manifestaciones ocurridas desde el estallido social. “Estábamos nerviosos. Ese domingo hubo desmanes desde temprano, entonces nos llegó la sensación de que íbamos a seguir con lo mismo”, recuerda.
«Queremos paz, necesitamos tranquilidad y para eso necesitamos que la Constitución cree un Chile más justo». Guillermo Bertini, dueño del restaurante Japón de Santiago.
Aunque los fantasmas de la destrucción de finales de 2019 penan a su familia, Bertini observa el proceso constitucional con esperanza. Aquel día inaugural fue a acompañar a sus padres que viven junto al Japón y por eso no estuvo atento a lo que pasaba en el ex Congreso: “Con cada manifestación revivimos los días en que no podíamos abrir, nos bajaron las ventas y tuvimos que despedir a gente que llevaba muchos años trabajando con nosotros porque el negocio simplemente no se sostenía”.
Más tarde se enteró por redes sociales de lo que pasó en la jornada inicial de la Convención. Tuvo sentimientos encontrados, recuerda. Y cuenta que sintió alivio de ver que el estallido de 2019 no había sido en vano, pero también espera que este nuevo proceso político produzca un alto a las manifestaciones: “Queremos paz, necesitamos tranquilidad y para eso necesitamos que la Constitución cree un Chile más justo”.
Aburrimiento:
La última publicación de Juan Carreño es un compilado de crónicas que retratan experiencias que tienen que ver con el estallido social. Desde un adolescente que atiende a uniformados en su botillería tras cerrar la persiana, hasta el testimonio de uno de los amigos cercanos del narco quien fue escoltado por Carabineros en su funeral. Carreño se organizó en su barrio para las movilizaciones del 18 de octubre del 2019, para exigir mejores condiciones para su población.
«Algo importante está pasando en la historia de Chile, y como que no estamos ahí y tampoco nos importa mucho». Juan Carreño, escritor
Pero, para él, el 15 de noviembre representa un cambio: “El estallido era bastante libre, asociativo y fuera de la institución. Cuando se intentó institucionalizar, sí o sí tenía que haber un corte”. Por ahora, Carreño se siente lejano y extraño en relación al proceso Constitucional: “Algo importante está pasando en la historia de Chile, y como que no estamos ahí y tampoco nos importa mucho, creo yo”. Habla de que no hay mucha esperanza, pero igual le desea toda la “buena onda” al proceso, que “ojalá resulte”.
Carreño explica que aún es muy pronto para emocionarse. Recién lleva unas semanas y advierte que «el proceso es mucho más fome que los Avengers», que la gente de La Pintana se va a interesar cuando las decisiones tengan peso e injerencia en el bolsillo y en el estómago”, como con el bingo y los completos. La reflexión de Juan Carreño es, para Ana María Vera, un sentir natural en un contexto político donde «la desconfianza está tan arraigada en la política y la gente se ha sentido violentada en sus derechos más básicos». Ante esa violencia, se pregunta Vera, «¿quién va a creer en el cambio?». Sin embargo, agrega, las personas más vulnerables necesitan cambios inmediatos y eso muchas veces es imposible.
Conmoción:
Pasadas las tres de la tarde del 4 de julio de 2021, la constituyente mapuche Elisa Loncon asumió la presidencia de la Convención Constitucional y pronunció un discurso que par Antumalén Urrutia y a su familia fue conmovedor. A ella le recordó que, desde los 13 años, participa en la lucha por la reivindicación de su pueblo y que en ese camino pasó por episodios de profunda tristeza y rabia: “La rabia se convirtió en un hábito, pero lo que pasó en la CC fue un gran respiro para el pueblo mapuche y para el resto del país, una jugada histórica”. Δ
«Es la culminación de un intenso proceso de protesta, que tuvo un altísimo costo emocional y que se convirtió en un trauma social«. Javiera Arce, cientista política